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(*Cada semana, José María Cillero escribe sobre la actualidad cultural de Castilla y León y de todo el mundo. Si eres suscriptor, apúntate aquí a esta newsletter.)
Ánimo que ya llueve menos. Vamos saliendo del agujero -con todas las cautelas- a golpe de ... reapertura, de anuncio de vuelta de actividad cultural, deportiva, social. Ya se puede entrar en los bares y se pueden visitar museos y salas de exposiciones. Vuelven este fin de semana algunos cines y pronto lo harán los teatros. Así lo anunció hace unos días el gerente del Zorrilla, Enrique Cornejo, dispuesto a un regreso intensivo que devuelva las artes escénicas al coso de la Plaza Mayor de Valladolid desde julio y lo haga sin descanso durante todo el verano y con precios asequibles. Por ahora solo es una intención, pero conociendo el modo de encarar los retos de su impulsor, que se preparen los vallisoletanos -y quienes nos visiten, por favor, que nos visiten- para un verano rebosante de calor, telón, recursos dramáticos, diálogos ingeniosos, irrupciones en escena y mutis por el foro.
De momento, el festival de teatro Olmedo Clásico ha anunciado que a finales de julio celebrará su decimoquinta edición, que no será la que le hubiera gustado ofrecer para un cumpleaños tan redondo, pero que será la mejor de las posibles, por la calidad de sus espectáculos y por el compromiso de ofrecer seguridad y garantías a los poco más de doscientos espectadores que se darán cita en cada uno de los seis montajes que muy pronto se darán a conocer.
Volverán los dramas y comedias del Siglo de Oro a las tablas de la Corrala del Caballero, como volverá la música en directo al verano vallisoletano. No serán las Noches de San Benito, ni el Universijazz ni el Estival, pero habrá música en vivo, con artistas locales y foráneos. Con músicos, monologuistas, espectáculos familiares, cine mudo y hasta un autocine, como aquel en el que Sandy le daba a Danny con la puerta del coche en las narices u otra parte de su anatomía por allí cerca en la inolvidable 'Grease'.
Vuelve la cultura que se consume fuera de casa y en espacios compartidos, un regreso ansiado por artistas y por todos los integrantes de las industrias culturales, condenados históricamente a ser los últimos de la fila en cuestiones de atención pública. Como recuerda Gonzalo Santonja en su columna de esta semana, «ser músico, teatrero o artista significa encarar una vida de dificultades y marginación. Pero si la cultura se hunde, ¿qué queda?».
Regresan los espectáculos después de tres meses de cultura liofilizada del tipo menú de astronautas. Un retorno con un gusto especial, que sabe a tesoro reencontrado. ¿Cómo sería el sentimiento de la generación de la Transición cuando se recuperaron las libertades a finales de los 70? Igual más que de recuperación, aquellas fueron sensaciones de estreno. La dictadura se les había ido de metraje y ya apenas quedaba memoria de democracia. Lo de ahora ha sido cuestión de meses, por lo que resultará menos intenso que lo de entonces, pero que viviremos llenos de emoción.
Aunque conviene estar alerta contra nuevos modelos de dictadura, no ya solo esa a la que aspiran quienes añoran tiempos supuestamente gloriosos, sino a la que tiene sus principios fundacionales en la moral bien pensante, capaz de provocar la retirada de un clásico como 'Lo que el viento se llevó' por su presunta apología del esclavismo.
Llega el verano y con él, la cultura en todas sus formas posibles. Que todas las limitaciones para su regreso estén impuestas por la seguridad sanitaria, nunca por las imposiciones ni los prejuicios de nadie, ni por estrecheces de la moral presuntamente imperante.
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