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La capilla del Colegio de San Gregorio del Museo Nacional de Escultura convoca hoy a los aficionados al séptimo arte a una cita de excepción. La ocasión la brinda la proyección, a las 20:00 horas, de la obra maestra del cine mudo, ' ... La caja de Pandora', de G.W. Pabst, la película que convirtió en icono cultural a la actriz norteamericana Louise Brooks, como perfecta encarnación del personaje de Lulú.
La proyección tiene el aliciente añadido de contar con música en directo a cargo del pianista Ricardo Casas, en lo que supone una recreación de una práctica habitual en las salas cinematográficas en los albores del cine fílmico.
El Museo de Escultura presenta la iniciativa como actividad paralela a la representación, en el Teatro Real de Madrid, de la aclamada producción de 'La flauta mágica' a cargo del director de escena Barrie Kosky, cuya peculiaridad radica, justamente, en estar inspirada en la estética del cine mudo.
Pero la posibilidad de contemplar 'La caja de Pandora' en tan excepcionales condiciones es una oportunidad en sí misma. Estrenada en 1929 es una depurada muestra del arte naturalista de G.W. Pabst. El realizador alemán, un adelantado a su tiempo, buscaba en sus actores una veracidad interpretativa y ausencia de afectación que nadaban a la contra del cine de su tiempo. Incluso del cine posterior. Solo el hálito inconformista de la 'nouvelle vague', treinta años después, permitió su plena reivindicación.
La película está basada en la obra de idéntico título del dramaturgo Frank Wedekind, al que cabe atribuir el mérito de la creación del personaje de Lulú. Lulú es una trágica combinación de poder sexual e inocencia irresponsable, una figura en la que confluyen dos grandes mitologías femeninas. Por un lado, la de la 'femme fatale', la mujer sexualmente poderosa que arrastra a la perdición a los hombres que caen en las redes de su deseo. Por otro, la de la mujer inocente, de apariencia inmadura y sexualidad voluptuosa y desinhibida, que parece no ser consciente de la agitación que desata a su alrededor. Esta segunda línea lleva hasta mitos como Marilyn Monroe y Brigitte Bardot.
La gran aportación de Pabst al personaje de Lulú –que realzó su condición de icono cultural gracias a la ópera de 1935 de Alban Berg que lleva su nombre– es haber mantenido al personaje en una tensa ambigüedad. Una indefinición que la hizo incomprensible para la crítica y el gran público durante mucho tiempo, pues la película se resiste con uñas y dientes a la tentación del juicio moral. No sabemos nunca si Lulú es víctima, verdugo o ambas cosas a la vez. «Así fue como mi interpretación de la trágica Lulú, carente de sentido del pecado, se ha mantenido inaceptable para todos durante un cuarto de siglo», escribió Louise Brooks en referencia al rechazo que suscitó su personaje desde el principio, y durante mucho tiempo. Su Lulú, sin embargo, le ha granjeado la inmortalidad, y su estética y peinado han sido reiteradamente copiados. Sin ir más lejos, por el dibujante Guido Crepax, en su 'Valentina'.
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