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«No podemos evitar aprender», dice David Bueno, doctor en Biología y profesor de genética en la Universidad de Barcelona, durante su participación en el Foro de la Cultura de Valladolid. Ocurre aunque no queramos. «Podemos declararnos en huelga de aprendizaje, pero no lo vamos ... a conseguir. Nuestro cerebro está preparado para aprender constantemente de nuestro entorno para adaptarnos mejor. El problema no es tener que aprender muchas cosas, sino la presión que nos autoimponemos y que nos pone el entorno para que aprendamos muchas cosas y cada vez en menos tiempo», añade Bueno.
«Estamos en un mundo tan competitivo que el aprendizaje ha dejado de ser algo natural y divertido. Las escuelas son la antítesis de lo que debería ser el aprendizaje. Les sientas cuatro horas, les embutes los datos y que luego los escupan. No, no. No consiste en tragarnos lo que se nos da, sino en preguntarnos los porqués y establecer relaciones», añade Mara Dierssen, neurobiólogca, investigadora y divulgadora científica, quien defiende que «aburrirse es fundamental para el cerebro. Cuando el cerebro se aburre, es cuando establece conexiones y decimos, ajá, así que era esto. Hemos perdido el placer intelectual de comprender», dice Dierssen.
Y eso que, como subraya Marina Garcés, filósofa y ensayista, esto es algo básico en el ser humano. «Somos conscientes de que hay cosas que no sabemos. La ignorancia forma parte de nosotros. Y más que a aprender cosas, nuestro impulso es a dejar de no saber. El problema es que lo que no sabemos nos da miedo. Lo ignoro, así que lo rechazo. Por eso la educación y la cultura tienen que estar en el centro. La ignorancia es la potencia de poder aprender lo que no sabemos o lo que siempre se nos escapará. Y lo interesante es que posiblemente nosotros no lo aprenderemos todo, pero hay otros que lo pueden aprender por nosotros. Y eso nos ayudará a convivir. Necesitamos lo que saben los demás para poder hacer cosas juntos», añade Garcés.
Y hablando de aprendizaje: «Tengo la sensación de que, ante las redes sociales, tenemos un martillo en la mano y en lugar de clavar con la parte metálica, lo estamos intentando hacer con la de madera», dice Edu Galán, escritor y cofundador de la revista 'Mongolia', quien participó en la cuarta reunión de la jornada para recordar, ante los ataques de odio en Internet, que las redes sociales «no son malas 'per se', sino una herramienta que deberíamos aprender a utilizar. El automóvil se inventó a finales del siglo XIX, pero hasta los años 60 no se extendió la importancia del cinturón de seguridad». Y las redes, hoy, no tienen ese cinturón. Aunque sí que hay leyes que protegen a los usuarios frente a su mal uso, como recordó la vallisoletana María Luisa Segoviano, magistrada del Tribunal Constitucional. «Es verdad que la gente se cobija en el anonimato y lanza mensajes de odio, agresivos, muy inadecuados», recuerda, pero ante eso, cabe la denuncia, como añade la rapera Miss Raisa, quien evidencia que «gestionar el 'hate' (el odio)no es fácil». «El problema es que los usuarios tampoco estamos muy bien informados de los derechos que nos amparan también como usuarios de las redes sociales», dice Miss Raisa.
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