El origen de la expresión 'Poner la mano en el fuego'
Palabras y palabros ·
Se usa para indicar que tenemos plena confianza en la integridad de esa persona y respondemos de su honradezPalabras y palabros ·
Se usa para indicar que tenemos plena confianza en la integridad de esa persona y respondemos de su honradezPoner la mano en el fuego o poner las manos en el fuego por alguien es una expresión que se usa para indicar que tenemos plena confianza en la integridad de esa persona y respondemos de su honradez.
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La expresión tiene su origen en ... la creencia antigua de que la prueba del fuego esclarecía la verdad. En las ordalías o juicios de Dios, que eran pruebas rituales que se practicaron en Europa en la Edad Media para averiguar la culpabilidad o inocencia de una persona acusada, se sometía a los sospechosos a diversas pruebas para averiguar la verdad y establecer su culpabilidad o su inocencia.
Una de ellas era la prueba del fuego. Esta consistía en que ante el tribunal el acusado debía sujetar hierros candentes o introducir las manos en la lumbre o en una hoguera.
Si el acusado salía indemne de la prueba o con pocas quemaduras, significaba que Dios la consideraba inocente. Se esperaba que, si no era culpable, Dios lo ayudaría por encima de todo para que resplandeciera su inocencia. Se basaba en la creencia de que Dios no permitiría que fuese vencido quien tenía razón y decía la verdad.
En la Biblia ya tenemos algunas muestras, como la pelea entre David y el gigante Goliat, en la que el más débil, ayudado por Dios, vence al gigante.
En un libro de Francisco del Rosal, 'Origen de los vocablos castellanos (1601)' ya aparece esta expresión, un poco distinta: meterse en el fuego por alguno. En el Diccionario de Autoridades aparece poner las manos en el fuego: expresión con que se asegura la verdad de alguna cosa o la inocencia de alguna persona.
Evidentemente, ya nadie cree en estas pruebas como detector de mentiras o piedra de toque de dudosas inocencias. Pero la expresión poner la mano en el fuego sigue viva en nuestra lengua pro su eficacia ponderativa. Y la usamos convencidos de que no tendremos que ponerla en práctica, sino que nos bastará su sola mención para que se nos crea.
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