«Me han enseñado muy bien a intentar ser la mejor, y muy poco a saber qué quiero o si quiero ser la mejor», canta Zahara en 'Flotante' y su concierto de anoche en el LAVA arranca con un deseo de terapia a través de ... la música, de purificación a partir de canciones en las que la artista jiennense ha expurgado sus demonios.
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El ropaje electrónico del concierto (con sintetizadores, cajas de ritmo, 'loops') convierte parte de la experiencia en una fiesta 'techno', en la que Martí Perarnau maneja la mesa de dj y procesa en directo, filtra y relanza lo que Zahara genera en el escenario junto a ManuelCabezalí (bajos y guitarra). El «viaje emocional», como lo califica Zahara (también guitarra y percusión), tiene paradas especiales en 'Puta', su último disco, una suerte de terapia musical en la que ha convertido en artefactos sonoros sus vivencias de acoso y 'bullying', con homenaje final a las mujeres. Cantarlo sirve para exorcizar un dolor que se diluye entre los ecos electrónicos y los bailes junto a Sara Hernández y Olga Suárez, que acompañan a la cantante en su actuación.«Pero no todo es 'rave'», defiende Zahara, quien reserva una parte del espectáculo (en total, casi dos horas) para su vena más acústica y desenchufada ('Negronis y martinis').
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