La tuba, de última de la orquesta a primer plano

«Es como si el actor secundario pasara a ser protagonista», dice Redondo, solista titular de la OSCyL. «La tuba es el viento-metal más moderno de la orquesta, se incorpora a mediados del XIX, cuando comienza el mecanismo de los pistones. Hacía el papel de acompañamiento de graves. Fue evolucionando técnicamente y ahora puede hacer cualquier cosa, tocar melodías y ser virtuoso. De hecho esa es la idea de este concierto, Nuno quiere mostrar las posibilidades de la tuba».

El compositor, que dirigió a la OSCyL en 2018 en Lisboa, recibió el encargo con cierta reserva. Formado en la cuerda pulsada y en la música coral, se define como «democrático, me gustan todos los instrumentos» aunque su color favorito es el del chelo. En su ópera 'Canção do Bandido' otorga a la tuba el solo inicial y su sonido es una suerte de «'leit-motiv' tímbrico» pero no intimó más con el instrumento. «Ahora he comprobado sus posibilidades, virtuoso como cualquier otro, y creo que como músicos es importante explorar lo desconocido. Hay miles de conciertos par violín», dice quien escribiendo partituras contemporáneas aclara que no es de los que se dedican a hacer«música dura, arrítmica, seca, sin melodía. Dices música contemporánea y el público huye como los ratones», escenifica riendo.

Empezó escribiendo canciones y los elementos tradicionales, el pop y hasta el jazz pesan en su obra. «Este estreno se llama 'Kind of Concerto' haciendo un guiño al famoso álbum de Miles Davies 'Kind of Blue'. Hay algunos efectos jazzísticos también».

Corte-Real ha retado a José consensuadamente. El solista reconoce que «siempre hay un compás o un pasaje endemoniado que señalas porque absorbe mucho tiempo de estudio pero esa es la manera de evolucionar, a golpe de los impulsos de los compositores. Ellos escriben y nosotros estamos obligados a interpretarlo. es un trabajo duro que ves fructificar».

Latón y titanio

Redondo calcula que va por su undécima tuba. «Ha mejorado mucho la técnica de fabricación. La mía está hecha a mano, un fabricante artesanal cerca de Munich. El trabajo manual permite que el metal tenga menos grosor, es de latón como las de hace 170 años, pero con titanio y otras aleaciones en la maquinaria. Se deterioran, sí, hay una legendaria en la Orquesta de Chicago que la tocan desde hace 70 años. Yo he ido cambiando en función de la evolución personal, de la orquesta y sus sedes. Me he ido adaptando de las salas de sonido seco como eran la del Calderón y el Carrión. El auditorio Miguel Delibes tiene mucha reverberación y el sonido llega muy limpio y preciso», explica el solista y profesor del Conservatorio Superior de Salamanca.

«También hay una búsqueda personal entre las tubas de diferentes tonalidades». José Redondo es corredor de fondo, levantar los casi trece kilos de peso y los siete metros enrrollados de metal demanda un músico en forma.

«El 90% de las tubas procede hoy de Alemania». Para conseguir la suya, viajó a la fábrica de Melton en Geretsried, cerca de Munich. «Pruebas sus prototipos, eliges y añades tus especificidades. Tardan unos meses». Tuvo otra suiza, de la marca Girsbruner. «Es un pueblo pequeño, próximo a Berna, donde hacían instrumentos de viento-madera hasta que Napoleón invadió la zona y como los franceses tocaban trompas y trompetas, ampliaron el catálogo. Al retirarse el último artesano, lo compró una multinacional».

El programa de esta semana lo completa la 'Sinfonía nº11' de Shostakovich, la que le valió el Premio Lenin y su rehabilitación por el gobierno soviético. Obra programática que cuenta la revolución rusa de 1905. El cántabro Jaime Martín vuelve al dirigir la orquesta con la que comenzó su carrera profesional como flautista.