Txalaparta, el instrumento atávico que este miércoles sonará en Valladolid
El dúo Hutsun ofrece un concierto de unos sonidos típicos de Navarra y el País Vasco que estuvo a punto de desaparecer hace 60 años
Durante años, muy poquitos oídos disfrutaron del evocador y atávico sonido de la txalaparta, que esta tarde podrá escucharse en Valladolid. Habían pasado ya aquellos ... tiempos en los que el instrumento (un tablón de madera tocado siempre en pareja y con palos, en euskera 'makilak') era habitual en los trabajos cotidianos –sobre todo la elaboración de la sidra– y las celebraciones en los caseríos de Guipúzcoa y el norte de Navarra.
Poco a poco, aquella mágica tradición musical se perdió y, a principios de los años 60, apenas quedaban txalapartaris, personas que supieran tocar el instrumento. Estaban, por ejemplo, Miguel y Pello Zuaznabar (en Lasarte), la familia Zabalegi (en Martutene)o los hermanos Asentsio y Ramón Goikoetxea (en Erbetegi-Etxeberri). Muy poquitos más.
«Se mantuvo de forma natural en unos caseríos muy concretos, pero los intérpretes eran personas mayores, gentes que trabajaban en el campo y sin nadie a quien entregar el testigo», cuenta Anai Gambra, integrante de Hutsun, un dúo musical que esta tarde (20:30 horas)ofrecerá un concierto de txalaparta en el patio del Colegio de San Gregorio (Museo Nacional de Escultura).

Hace casi sesenta años, cuando la txalaparta estaba a punto de callar para siempre, un grupo de jóvenes urbanitas (poetas, músicos, cineastas...) descubrieron el instrumento y quedaron fascinados por aquella tradición musical que no merecía morir en el olvido. Los hermanos JosAnton y Jesus Artze encabezaron un movimiento de reivindicación que permitió hallar nuevas manos para los palos y músicos dispuestos a aprender la tradición
Como Anai. «Lo conocí de chiripa», dice. Fue hace casi dos décadas. Él tenía 21 años (hoy suma 39). «Es un instrumento que no se aprende en escuelas de música, academias o conservatorios, sino en la calle». Él se apuntó a un taller de barrio en Pamplona. El profesor era Mikel Urrutia. «Y me volvió loco». Tanto, dice, que cada vez que repasaba los apuntes de Matemáticas no podía dejar de pensar en cómo podría aplicar aquello al instrumento musical.
«En su forma más básica, la txalaparta es un tablón de madera, de dos metros, que puede ser fresno, roble o castaño, lo habitual en el entorno de los caseríos. Se coloca entre banquetas y cestos, pero con hojas de maíz, para que no estén en contacto directo», cuenta Anai. Los instrumentistas utilizan dos palos de madera (habitualmente eran de 60 y 80 centímetros, ahora se usan otros más cortos, de unos 40 centímetros), sujetados por los puños y con los que se golpea en vertical sobre la superficie.
«Desde los caseríos hasta este 2022, la txalaparta ha evolucionado». Ahora se utilizan varias tablas afinadas con las diferentes notas musicales. «Cuanto más larga, más grave es el sonido; cuanto más gruesa, más agudo». Pero además, la superficie ya no es solo madera, sino que pueden usarse otros materiales, como pizarra o hierro, que otorgan nuevos timbres.
«Lo más importante no es el instrumento, sino la compenetración entre los músicos. Hay quien toca solo la guitarra en casa. O que ensaya con la trompeta por su cuenta. En la txalaparta siempre necesitas un compañero para tocar». La compañía y la compenetración. En alguno de esos caseríos, los músicos se colocaban enfrentados frente a la tabla. Ahora, lo habitual (en la txalaparta de madera) es que se sitúen codo con codo, mirando hacia el público, para mostrar un repertorio donde la improvisación es clave y la música evoca aquellos caseríos en los que el instrumento se mantuvo vivo para nunca dejar de sonar.
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