Veintisiete años antes de que se encontrase su cuerpo sin vida en el jacuzzi de la suite 434 del Beverly Hilton de Los Ángeles, Whitney Houston era una joven de 22 años que debutaba con un disco repleto de garantías para perpetuar la música negra ... en el mercado del fin del siglo XX.
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La calidez y calidad de su voz, su formación en las raíces del gospel y una edad que empatizaba con el nuevo público fueron tres condicionantes para que el soul se despidiera con altivez de un siglo marcado por la música como un motor revolucionado de industria y mercado.
En 2023, el legado de Whitney Houston parece estar en el fondo de armario de la nueva música urbana. No es que las actuales generaciones renieguen de su música; simplemente, no es tendencia. Estamos en unos momentos donde los referentes del público más joven están en el hip-hop, en el reguetón o en una coctelera en la que, bajo la etiqueta 'urban', se evidencian nuevos talentos y cohetes efímeros.
Eso sí: nunca falta alguna artista de 16 años que en algún programa internacional de 'La Voz' versionea un 'Greatest love of all' para recordarnos que la llama de Whitney está latente y que volverá a brillar por todo el mundo algún año de estos. De momento, ni el 'biopic' estrenado el pasado año ha avivado la leyenda.
Pero independientemente de lo que demanden los cánones actuales, es indiscutible la aportación de Whitney Houston a un género como el soul. En 1985, la música disco había tocado la cúspide de lo banal e incluso tendencias de la música negra como el funk o el r&b habían quedado 'tocadas' por los sintetizadores de uso comercial. Por suerte, aquellos días de pop de 1985 también demandaban elegancia y sofisticación. Sting se impregnaba de jazz neoyorkino, Paul Simon fusionaba con maestría en 'Graceland' y Sade coronó el soft-pop de herencia jazz.
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Y en estas, salió el primer trabajo de Whitney Houston con Jermaine Jackson apadrinando algunas canciones. No fue el disco definitivo, pero, desde luego, fue un aviso rotundo de una evidencia que solo en Estados Unidos vendió 13 millones de copias. La claridad, elegancia y potencia de su voz se palpó en canciones como 'Saving all my love for you' o en el citado 'Greatest love of all', que antaño interpretase George Benson. No es que hubiera nacido una estrella, sino más bien una diva del soul de 22 años.
Desde luego, fue en 1987 cuando 'I wanna dance with somebody (who loves me)' conquistó a los adolescentes y jóvenes de aquellos tiempos de una MTV sintonizada en todo el planeta a través de las famosas antenas parabólicas comunitarias. El disco conquistó el mundo gracias no solo a su voz, sino al equilibrio entre la sensibilidad soul y los arreglos europeos 'revientapistas' del momento. Convertida en estrella internacional, sus siguientes discos caminaron por los senderos prestigiosos del r&b.
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Tras triunfar en la Super Bowl del 1991 interpretando, nada más y nada menos que el himno de los Estados Unidos, Whitney Houston pasaba al mundo el cine. Fue en 1992 cuando se estrenó 'El guardaespaldas' con seis canciones suyas, incluyendo la versión del clásico country 'I Will always love you', compuesto y cantado por Dolly Parton a principios de los 70.
Con la llegada de los noventa, a pesar de que Estados Unidos también sonaba a Nirvana y de que en Europa triunfaba el britpop, lo cierto es que Whitney Houston continuó facturando tanto en el mundo del cine como en el musical. En 1998 logró un Oscar a la mejor canción junto a Mariah Carey con 'When you believe' y películas como 'The Preacher's wife', de 1996, mantenían intacta su reputación.
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Desafortunadamente, con la llegada del nuevo siglo y milenio, la autodestrucción artística y personal fue en aumento. Su matrimonio con el rapero Bobby Brown estuvo repleto de rutinas con estupefacientes. Fruto de ello, personas influyentes de su círculo más cercano, como la manager personal Robyn Crawford, decidieron bajarse de su vida profesional. A pesar de que hubo intentos de remontada por parte de la artista y de su descubridor Clive Davies, lo cierto es que su caída estaba a la vuelta de la esquina. Falleció un 11 de febrero de 2012, dos días después de canta por última vez en público junto a Kelly Price.
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