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Stanley Jordan no es, en sentido estricto, 'solo' un virtuoso, un Liszt o un John McLaughlin (aunque McLaughlin se cuenta entre sus declaradas influencias); un virtuoso agota las posibilidades expresivas del instrumento, pero Jordan va más allá: las ha expandido.
Con su técnica del 'tapping' — ... pulsación de los trastes del mástil con las dos manos— es capaz de hacer sonar simultáneamente una melodía, acordes de acompañamiento y una línea de bajo; su interpretación a guitarra solo de 'Jumpin' Jack' en el célebre concierto 'One Night with Blue Note' es una muestra palmaria de esta propuesta.
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A la sazón, Jordan contaba con 25 años, y junto al asombro general le llegó también una condena con la que ha tenido que bregar desde entonces: la de que el árbol de la técnica no deja ver el bosque de la música.
La técnica, con todo lo abracadabrante que pueda ser, no es sino un medio, nunca un fin en sí mismo; no pocos comentadores y oyentes se quedan en el ejercicio de digitación, sin referirse a la extraordinaria construcción y musicalidad de los solos de Jordan, a su inagotable inventiva.
(No ayuda a superar este obstáculo el que el músico de Chicago incurra a veces en otra práctica sorprendente, la de tocar piano y guitarra a la vez; pero de forma similar, este combo es medio y no fin).
A SJ pudimos verlo en Universijazz como acompañante del bajista Charnett Moffett; pero las cuatro cuerdas del titular deslizaron aquel concierto hacia territorios casi del hard-rock, y la intervención del guitarrista prácticamente se limitó a un arropamiento de acordes contundentes, sin apenas espacio para la improvisación.
En el concierto de esta noche, con él al frente, es de prever tenga el espacio necesario, y pueda explayarse sin otra frontera que su inspiración y sus ganas. Lo secundan en la sección rítmica el bajista Christian Gálvez y Gabor Dornyei y Kornel Horvath, respectivamente a la batería y a las percusiones. Gálvez —también compositor y productor— es, como Jordan, un músico sin etiquetas; si bien hace de la espontaneidad la piedra angular sobre la que erige su discurso, este puede adoptar las formas de la fusión, del rock o incluso de la música sinfónica.
Completo dominador de su instrumento, es además de acompañante un dotadísimo solista, y junto a los citados Dorney y Horvath (muy solicitados ambos por su seguridad y flexibilidad rítmica) arman un cuarteto del que cabe esperar suponga un memorable arranque para esta –se dice pronto– vigésima edición de Universijazz.
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