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A Rubén Pozo no le ha pillado de sorpresa la necesidad de actuar en formato acústico por los teatros del país. Lo hizo ya en 2012, en la gira de presentación de su primer disco en solitario, 'Lo que más', tras la década en la ... que fue una de las dos mitades de Pereza. Por entonces se autodenominaba 'El llanero solitario', porque iba de escenario en escenario armado sólo con su voz y su guitarra. Este viernes regresa aquel Rubén Pozo desnudo con un concierto en el Teatro Zorrilla (20h) que incluirá una segunda parte, también acústica, pero en formato trío, con el apoyo de voz femenina (Ana Diego) y segunda guitarra (Victor Pescador).
«Soy como un agente secreto: soy un rockero, pero dentro llevo un cantautor», explica el compositor catalán. «Me gustan los Eagles, pero también la primera etapa folk de Bob Dylan».
«Me gusta interpretar las canciones desnudas, tal y como las he compuesto. Y en esta pandemia he descubierto que mis composiciones aguantan bien ese formato de voz y guitarra, quizás porque cuido mucho las letras». Lo cierto es que su experiencia está siendo buena: «la gente agradece esa desnudez, pero también está bien lo que hago con Víctor y Ana, porque todo es más musical y es posible pensar en solos de guitarra».
En homenaje a sus compañeros de escena ha ideado un título para este formato de conciertos: 'Rubén Pozo y la época victoriana' que revela que no se trata de dos mercenarios ocasionales, sino de dos colaboradores habituales. «Conocí a Ana porque es amiga de mi chica y coincidimos y cantamos juntos. Descubrí que su voz y la mía se acoplaban bien y he recurrido a ella muchas veces. Cuando suena una voz femenina en mis discos es Ana Diego». Y algo similar ocurre con Víctor Pescador. «He tocado mucho con él porque me gusta. Era el otro guitarra que sonaba en mi disco 'Habrá que vivir», recuerda Pozo.
'Habrá que vivir' lo lanzó en 2017 y fue su tercer disco, pero es especialmente recordada por la foto de portada: una imagen de la abuela de Rubén, que por entonces tenía 103 años, tomando una cerveza. Visto desde la experiencia del último año, en el que tantos mayores han fallecido, aquella portada y aquel título aparecen casi como una premonición que al propio compositor les desconcierta. «La historia de esa portada es sorprendente. Me había sacado un montón de fotos mías, molón, con mis gafitas de sol, y estaba en el proceso de elegir cuando mi madre me mandó una foto suya con mi abuela, que ya por entonces tenía Alzheimer severo y no reconocía a nadie, tomando una cerveza. Y de repente decidí que esa tenía que ser la foto».
«Me parecía una vacilada que iba bien con el título del disco. Me parece que a veces el rock se basa en tomar decisiones así, por pura intuición y sin pensarlas mucho», añade. «No sé muy bien por qué lo hice. Fue algo loco. Pero estos últimos meses muchos me han recordado esa portada y ese disco y cómo sintoniza con lo que vino después, con la era de la maldición del Covid. Mi abuela ya murió, pero no lo digo con tristeza, porque cumplió su ciclo». De algún modo su presencia en esa portada fue un homenaje anticipado, un soplo de misterio en el mundo pop.
Pozo empezó en Buenas noches Rose, fue una de las dos mitades de Pereza, uno de los grupos más importantes del rock español de este siglo, y en 2012 inició una carrera en solitario que le ha llevado a colaborar con todo tipo de músicos, desde Mark Olson Jayhawks) a Sabina (que aportó parte del repertorio de 'Habrá que vivir') o Lichis, con el que ha compuesto a medias su último disco, 'Mesa para dos' y con el que protagonizó una gira que se vio trastocada por la pandemia. Rubén y Lichis coincidieron en Sonorama, en Aranda de Duero, comenzaron a actuar juntos, combinando sus repertorios, y en ese proceso fueron surgiendo un conjunto de temas nuevos que acabaron reunidos en el álbum conjunto que publicaron el año pasado. «El disco salió en medio de la pandemia y la cosa se complicó. Pero el objetivo estaba cumplido», recuerda. «Me parece enriquecedor juntarme con otros músicos y aprender y ver cómo lo hace otra gente».
Rubén Pozo, que hace canciones desde hace 25 años, sigue fiel a un formato musical que no ha modificado: guitarra, batería, bajo y teclados. «Son canciones vestidas con guitarras. Antes que cantante soy guitarrista; es un instrumento del que me enamoré en cuanto lo conocí». Con todo, admite, que quizás sí sea posible encontrar diferencias en las letras de su etapa en solitario con respecto a su etapa anterior. «Ahora están más trabajadas».
Cuando se le pregunta por las causas del final de Pereza, afirma que el grupo «murió de manera natural». A posteriori piensa que quizás la situación hubiera podido ser distinta si se hubieran tomado un año sabático, porque trabajaron con una gran intensidad durante los diez años que estuvieron juntos. «Hoy seguimos siendo amigos», recalca. «No puedo quejarme. He sido muy afortunado en cuanto a la gente y los músicos con los que he podido trabajar hasta ahora».
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