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Desde hace 25 años vive para la ópera. El tenor mexicano Rolando Villazón forma parte del exquisito elenco internacional con el que todo director quiere contar. Si su educada, cálida y estremecedora voz llena los escenarios, su verbo escrito, íntimo y joven se expande por ... libretas que le acompañan siempre. Galaxia Gutenberg publica su nueva novela, tras un debut arropado por Jorge Volpi. 'Amadeus en bicicleta' mezcla el mundo del bel canto con los sueños imposibles, es un homenaje a su compositor más querido y un viaje al Salzburgo de 2015.
–Es esta su tercera novela, ¿es escritor de continuo?
–Desde que escribí la primera se ha vuelto una actividad constante, lo disfruto y, aunque no me publicaran, tengo esa fortuna, sigo escribiendo con alegría.Escribo a mano, tengo un montón de libretas y de ahí salen las ideas.
–¿De dónde nace este Vian, figurante en Salzburgo?
–Salió en 2015, cuando estaba cantando con Cecilia Bartoli una producción de Gluck enSalzburgo, me puse a escribirle a Mozart, una especie de anecdotario. Después leyendo una novela de Bellow se me apareció Vian, como si me dijera escribe mi historia. Utilicé mucho de los escrito durante ese verano, más bien descripciones, la plática con las estatuas, ese sí soy yo. Luego la historia se fue forjando sola, los personajes contaron su historia.
–Joven cantante mexicano que está empezando en Europa, ¿qué tiene de su propia historia?
–Está empezando y acabando porque no va a tener carrera de cantante, carece de talento. Se relaciona con la historia de alguien que conozco, que tuvo que reinventarse cuando se dio cuenta de que el sueño de su vida no podía ser al no tener los elementos necesarios. Luego este amigo fue muy afortunado en otra dirección. A Vian le encontramos en un momento en que debe preguntarse todo de nuevo. Me interesó plantear qué le pasa a alguien que sueña con algo que no podrá lograr. Yahí hay muchas diferencias conmigo. No conozco a Julia ni a Jacques, o a lo mejor sí, son partes de mí escondidas. Si nos volvemos junguianos salen los arquetipos del diablo, la mujer y el viejo en la forma de Perec, el librero, aunque nada de eso estaba cuando lo escribí.Está ahora porque estoy leyendo sobre el arquetipo del diablo de Jung.
–Mozart es consuelo, ejemplo y alegría para su protagonista. ¿Por qué relaciona siempre al compositor con la libertad?
–En eso coincidimos Vian y yo, bueno él me lo copió. Descubro realmente aMozart en 2010 y Vian lo descubre ahí, en la novela. Se da cuenta de que hay paralelismos en la relación con su papá, la de Mozart y la suya. Hay un momento superimportante en la vida de Mozart cuando logra alejarse con bastante arte, con sutileza, de la figura hiperpresente del padre. Eso no resta mérito al maestro Leopoldo pero el hijo tiene que buscarse a sí mismo sin seguir los designios paternos, esa ocurre en torno a 1780. Se independiza de Salzburgo y del padre. Todo artista o músico debiera leer ese Mozart, el de sus cartas. Le reflejan como un genio que no trató de revolucionar la música clásica ni de buscar el sonido del futuro, al revés, iba cada vez más atrás descubriendo a Bach, a Händel, y toma de ellos estilos, estructuras, esas formas de escritura, como lo hizo de otros músicos que conoció durante sus muchos viajes, el Mozart europeo. A partir de ahí, logra su libertad pero en un marco conservador. Es un conservador revolucionario. Tenemos la figura de Milos Forman ('Amadeus'), casi un Mozart rockanrolero que se tira pedos en frente de la corte y sí, echaba pedos y se subía en la mesa y maullaba como un gato y se comportaba de forma extravagante. Pero también era alguien muy serio y espiritual. Era muy crítico y espontáneo, un personaje interesante porque no cabe en los marcos. Todos acabamos teniendo nuestro propio Mozart, todos nos equivocamos y todos tenemos razón, es el mismo y a la vez diferente. Eso solo Mozart lo logra. Cuando hice proyecto Verdi me metí en su vida y sus cartas, lo mismo con Monteverdi. Ningún compositor logra esta proximidad con quien entra en su vida. Podemos debatir sobre quién es el mejor compositor de la historia, pero sobre quién es el más querido de todos los tiempos no hay duda. Hay algo inmediato y tiene que ver con su vida y como era él.
–¿Son las cartas de Mozart la 'biblia' de Villazón?
–No me gustan las biblias, solo como forma de literatura, una maravillosa historia de mitos y fantasías que la humanidad ha logrado llevar al papel con gran acierto y que luego desgraciadamente por diferentes interpretaciones se han ido a lugares equivocados. Mi amor por Mozart jamás será algo parecido a una religión ni tampoco para Vian. No es un gran filósofo ni un intelectual, su padre iba más en esa línea. Mozart perteneció a una comunidad masónica filosófica más que esotérica, no tuvo esa personalidad que la masonería trata de dibujar, mística y oscura. Mozart es luminoso. Me acompaña una selección de sus cartas que tengo subrayada. Las abro para reírme o para reflexionar, en busca de la interpretación que el desearía para sus personajes cuando voy a cantarle.Vian habla con las estatuas y establece conversación con el arte, con la música, la poesía, los colores.
–Sor Juana Inés, Bolaño, Nicanor Parra, Octavio Paz, Vallejo, Don DeLillo, Nooteboom, y un sinfín de referentes ¿forman su universo literario?
–Son autores a los que admiro. El inicio de la novela es un guiño a Rulfo y 'Pedro Páramo'. Hay algo kafkiano en el castillo, La Fortaleza de la novela, que representa la figura paterna a la que Vian nunca va. Hay muchas referencias literarias, Calvino, Perec, el Quijote. No trato de enseñar al mundo que leo, y puedo escribir. Solo escogí las que venían a cuento de la historia. En mi primer manuscrito tuve que cortar 160 páginas, llenas de citas. Uno se nutre de lo que lee. En 1999 leí una entrevista de un filósofo en México, decía que había leído 3.000 libros y yo, inocentemente, me reí, qué poquito me dije. Luego hice una lista de los míos y apurando me salían 200. Entonces decidí que leería uno por semana y así lo hago. Es tan estúpido como decir que leo 45 kg de literatura al año.
–¿Cómo empieza su relación con la literatura?
–Es algo que viene de la infancia, cuando descubro la literatura donde encuentro seres humanos con los que me relacionaba mejor que con los de la vida real. Yo veía rostros, vestuarios, gestos pero no entendía lo que pasaba dentro y veía gente segura de sí y yo lo único que tenía eran preguntas, dudas, estaba metido en una nebulosa al borde del abismo sin entender nada. De pronto abro los libros y descubro a seres humanos en la misma posición que yo. Eso es el arte, te pone en contacto con lo bueno y malo tuyo a través de los que lees.Además, descubrí la música de la palabra, ya me gustaba cantar. Una novela tiene que proponer en primer lugar una manera de contar y en segundo, entrar en el alma y las historias de las personas, en su mundo interior. Por último, proponer preguntas, la literatura no da respuestas. La buena va más allá de la historia.
–Asoma en la novela el mundo de la ópera desde la tromoya, ¿el escenario y el glamur le ha convertido en espectáculo elitista?
–Sí y no.La rodea cierto misterio. Jacques hace una descripción lapidaria de la ópera, a los cantantes les llama pajarracos, y luego viene la visión de Julia, el lado de los creadores, hay un poco de todo. Se dice que lo peor que puede pasarle a un lector es conocer a su autor favorito, así que no sé si vale la pena entrar en la cocina de la ópera, en cómo somos los artistas. Voy a programas de televisión y una vez estaba con un gran actor haciendo bromas antes de comenzar, divertidísimos. Empezó el programa y se volvió un intelectual, vi su personaje de tele. Mi personaje de tele es mucho más payaso. Hay mucho humor y mucha superficialidad en la ópera pero también mucha inteligencia musical, mucha búsqueda de cómo entrar en el diálogo con la obra. Hay cantantes que en es escenario están inmersos en sí mismos y les basta conocer unos conceptos musicales. Se puede ser muy inteligente musicalmente y muy ignorante en las cosas del mundo. El cantante no tiene que entender tanto el contexto literario o histórico de la ópera. En realidad esa información la va a recibir del director de escena. Depende de su formación musical y de su capacidad y talento de crear algo único a partir de esas ideas. A veces demasiada inteligencia en el escenario puede ser contraproducente y es mejor que el cantante sea mas intuitivo. Hay diferentes ecosistemas en la ópera, el que cree que ir a ópera es vestirse de gala, tomar champagne e ir a un restaurante caro porque costó mucho dinero; y hay para quien ir a la ópera es una forma artística más como la danza, el teatro o un concierto de rock.Si el ponerte el frac y joyas ayuda a que el impacto emotivo artístico suceda, pues bienvenido, si no, a la basura.
–Pasean por la novela Bartoli, Kaufmann, Domingo, Netrebko, ¿homenaje a sus amigos?
–Al citar a los colegas quería darle la realidad que no tienen mis primeras dos novelas que sucedían en ciudades imprecisas. 'Malabares' transcurre en varios lugares pero es una ficción dentro de otra, y aún hay más metaliteratura en la segunda. Esta sucede en un momento y lugar claro, en el Festival de Salzburgo de 2015. Todas las producciones que salen, salvo el 'Don Giovanni' de la historia, estaban programadas ese año. Intentaba darle veracidad, por eso aparecen Anna y Cecilia en bici. Bartoli en una bici motorizada, me parecía divertido que tuviera un accidente con Vian.
–Muchos padres quieren que sus hijos estudien música pero que no se dediquen a ella, ¿ese rechazo del padre de Vian es una forma de paternidad vigente?
–Creo que sí. Este padre quiere controlar todo y no soporta que los hijos tomen sus decisiones. Lo llevo al extremo y este conservador se encuentra con un hijo homosexual, una feminista a la que no le interesa el modelo familiar y otro que no quiere seguir los pasos paternos sino ser un 'saltimbanqui, un bueno para nada', según el progenitor. Hay un impacto tremendo de la relación de la madre y el padre, ella renuncia a quien es y a quien ama, por permanecer en ese modelo de familia. No lo defiendo, es bien cabrón este papá, pero para él también es violenta la realidad.
–Deja a su protagonista en Salzburgo, ¿es un final feliz?
–Vian se queda con un signo de interrogación, no sabemos si está contento o triste. Está empezando y no sabemos si será un hombre feliz. Lo dejamos en un momento en el que es libre y con una página en blanco por escribir,
–Hay un momento en el que el Vian se pregunta qué hace en Salzburgo, en una cultura tan distinta a la suya. El arte le da la respuesta. ¿Usted sufre el desgarro atlántico?
–Mi lado de emigrante lo vivo desde el privilegio. Me siento extranjero allá donde sea que estoy, también en mi propio país tras tanto tiempo lejos me he perdido mucho del desarrollo cultural, social, histórico. Todos los idiomas los hablo con acento. Llevo 20 años en Francia y me sigo sintiendo extranjero pese a mi pasaporte francés. Me siento en casa en Salzburgo y Alemania pero no al grado de ser alemán. Tampoco me interesa mucho con estos nacionalismos pensar de dónde procedo y si soy de tal manera. Hay un lado muy agradable de no tener claro ni definida mi identidad, a qué tengo que referirme, quién soy, cuáles son mis ángulos definitorios. Quiero seguir mirando con la curiosidad y sorpresa que permanece en el extranjero, con los privilegios que mi vida me ha dado la fortuna de tener. Desde la perspectiva de la emigración con dolor, hay poco espacio para la sorpresa porque lo primero es cubrir ciertas necesidades.
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