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Hay músicos a los que les precede el personaje, ese construido en el imaginario colectivo a base de retazos biográficos, encontronazos con directores o mudanzas significativas. Para hablar con Ivo Pogorelich es preceptivo obviar su leyenda de genio desde el Concurso Chopin con Argerich de defensora, el matrimonio con su maestra, su prolija carrera discográfica y concertística hasta su viudez, en 1996, cuando sobrevino el silencio. Aparcados los datos, aparece un hombre grande de poderosas manos, vestido de montañero, en cuya mochila guarda un gorro de lana para sobrellevar los aires acondicionados. Se rapó su melena hace lustros y en su rostro conviven la bravura eslava y la evocación budista.
Pogorelich (Zagreb, 1958) tocó en el auditorio Miguel Delibes en 2010, vino con la Philarmonia Orchestra, y ahora debuta con la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, a las órdenes de Eliahu Inbal. «Ha sido director de La Fenice y los maestros acostumbrados a la ópera, –donde hay solistas, orquesta y coro–, están muy alertas, muy atentos a lo que hace el pianista», dice el virtuoso. Tocará el 'Concierto nº 2' de Chopin. «Las grandes obras tienen la capacidad de ofrecer algo nuevo al público y al artista, pertenecen a esa reserva que gusta oír a todo el mundo. Y que algo escrito hace 200 años tenga esa capacidad de resistir al tiempo es curioso».
Pianista singular, que se vuelca en el teclado y que ha hecho del rubato un regate a los oídos que anhelan una versión estandarizada, no considera que sea un riesgo cuando se trata de obras muy conocidas. «Este concierto se compuso cuando las posibilidades del instrumento eran más limitadas y en un momento en el que era común la improvisación. La gente acudía a la sala con un papelito y proponían al pianista unos compases que él desarrollaba. Hoy eso es impensable. Somos muy específicos, lo noto en las grabaciones. La labor del artista es lograr el pico más alto de precisión, de virtuosismo, de emoción o color, depende lo que se pida. Vamos hacia ese tipo de perfección. En el sonido estamos en el audio de alta resolución como en la televisión. La aspiración de hoy es totalmente distinta a la de la música en el XIX. Hemos pasado de buscar la sorpresa y la variedad a la especificidad y la perfección. Una grabación es la acumulación de muchos esfuerzos. El concierto en vivo, está a medio camino», dice este ciudadano de nacionalidad croata que vive en Suiza. Sea por el país de acogida o por conclusión personal, Ivo mantiene una tensa calma con el entorno. No cree demasiado en la educación del siglo XXI aunque sigue apoyando con becas a jóvenes músicos. «Cada uno necesita un tiempo de formación, la música no es como otras disciplinas. Pero también ellos están bajo el signo general de que el tiempo apremia y de la presión económica. Los objetivos de la educación han sido reemplazados. El arte no puede lograr resultados bajo presión, y ese es el hábito general. Hay poca gente con tiempo y carácter para decidir si quiere perfeccionarse en algo, de seguir estudiando y profundizando, de tocar cada vez mejor».
Siente que «vivimos en una avalancha de información dictatorial dominada por la economía. Hay vida más allá de eso y de las noticias dramáticas. Somos millones de personas en el mundo y no parece que se haga nada bueno a juzgar por los telediarios». Oriente «aprecia nuestra música con un interés más genuino que nosotros, les gusta participar y lo hacen copiándola». Tras su Chopin, Inbal dirigirá la 'Cuarta' de Mahler con la soprano burgalesa Belén Alonso para cantar 'La vida celestial'.
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