Piano y amor, todo calidad

Dedicó a sus tres maestros pianísticos, 'Nocturno nº 8, op. 27/2 en Re b. M.', Chopin lo hizo a la Princesa Apóny, Lento sostenido de elegante ornamentación. Dulce canción de dos almas reflejadas en el dúo de la melodía principal sobre una mano izquierda excepcional de acordes rotos, que Lute hizo con íntima expresión. Así sonó también la última de las 'Baladas' del autor, op. 52/4 en Fa m., a la Baronesa Rothschild, tan compleja en su contrapunto por la genial mezcla de sonata y variación; terreno fértil para el manchego por su delicado toque, rico y variado rubato y una sensibilidad y fácil mecanismo que vencen cualquier dificultad y enamoran.

El culmen llegó con 'Liebestod', paráfrasis de Liszt sobre la escena final de la ópera de su suegro Wagner 'Tristán e Isolda', como la canción de amor de mayor tristeza y pasión de la historia musical, donde Lute vertió todo su dominio pianístico e íntimos sentimientos que, un público con bastantes colegas y admiradores todos, premió con abundantes y repetidos aplausos.

Por delante hubo mucho bueno también , pero en otra órbita. Por el dolorido recuerdo que en Ginastera produjo su ausencia y la gracia y profundidad con que se expresó, citar el op. 2/2 en La m. de su 'Música de las pampas', pleno de pasión por la propia tierra.

Broche final de mucha calidad, como auguraba el artista invitado.