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Dejemos las cosas claras desde el principio, porque lo fácil es comenzar por la verdad: Siloé son la bandera musical de esta urbe. La época ... y el escenario les pertenecen como la Champions al Madrid y el Ribera a la buena mesa. Un día ese estatus correspondió a otros, pero este es su momento y el público que abarrotó la sala anexa al Museo de la Ciencia así lo acredita. Ellos y los que colgaron el cartel de todo vendido en cada concierto de su gira 'Santa Trinidad'.
Ya no tengo edad de primeras filas, casi ni de pista, pero me niego a no acercarme a aquello que me conmueve. Fito Robles empieza el espectáculo en el medio de la sala, acústica en mano, como si tocase para su entorno más íntimo. Y en cierto modo es así: acaba su tour y lo hacen en casa. Alguno pensará que este es el bolo fácil porque viene la familia y la vecina del 4ºC a la que piden sal. Y no. Todo lo contrario. Aquí se da el do de pecho. Tocar en Valladolid se lo toman como hacerlo en Wembley, en La Scala, en el Rainbow. Cuando el cantante sube a las tablas y Xavi Road lanza las primeras notas comentan que en septiembre llegarán a su cénit desgranando repertorio en la Plaza Mayor capitalina, su particular Maestranza. Y suena 'Sangre en las venas' y entendemos que aquí todo vale la pena.
A ver a Siloé ha venido parte del sector político patrio. Hace unos días también coincidieron en los Premios Castilla y León, pero allí movían el pie como los viejos al final de Footloose, con cautela. Hoy se sueltan la melena y se abrazan al ritmo del bombo de Jaco Betanzos en 'Esa estrella'. Y esa es otra constante en las canciones de la banda: le gustan a Gellida, a Peláez, a Los del Lío y a mí que pelo los cincuenta. Mi madre dice que tienen algo y mis chavales de 6º de Primaria los tararean durante la clase de Plástica. ¿Qué más necesitan para creer? Miren, estos chicos parecen disponer de un pulsador mágico al que recurrir para hacer de una canción un himno. Y eso ocurre cuando en Málaga corean lo de «dónde coño está la niebla». ¡En Málaga!
El concierto avanza. Vuelve a recodos profundos y una pareja aprovecha para recordar lo poco que se dijeron al conocerse. Ahí, súbitamente, la dinámica explota con Fito subido a la barra, Xavi mutando en una suerte de The Edge y Jaco desatado con las baquetas. La vida del feriante, dicen. De abajo a subirnos al cielo y dejarnos ahí. Cerca de la puerta veo a un chaval gritando al móvil, desgajándose por momentos. «Que sin ti yo no sé estar», canta Fito y repite él entre sollozos. Y entiendo que estas historias han anidado en la vida de muchas personas.
La noche acaba y salimos a la fría vera del Pisuerga conservando el mensaje final que Siloé envían: gritemos más alto que vivir es para valientes y que es bueno que se nos vaya de las manos lo de los besos. Casi nada, ¿eh? Pues ya saben: si les necesitan, llámenlos. O esperen al cinco de septiembre en la Plaza Mayor.
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