El director Jonathon Heyward. JOSÉ C. CASTILLO

La Oscyl se reencuentra con los principios del siglo XX

«El concierto para violín de Stravinsky es una obra inequívocamente neoclásica, en la que el autor muestra con ironía, una relectura de las melodías románticas»

emiliano allende

Viernes, 3 de diciembre 2021, 16:37

Si exceptuamos la obra que abrió el programa, podría decirse que el concierto fue un reencuentro con los principios de siglo XX, en sus indagaciones y en sus resultados.

Publicidad

El director norteamericano Jonathon Heyward, propuso un recorrido original por obras que, aún con estilos muy ... diferentes, utilizan motivos breves sin atender a las formas del pasado. La primera de ellas 'Ciel d´hiver', compuesta por la finlandesa Kaija Saariaho, es el segundo movimiento de otra mucho mayor llamada 'Orión'.

En la pieza, la finlandesa expone un sutil marco centrado en tres notas descendentes del flautín que, lejos de desarrollarse, son tomadas por otros instrumentos, en medio de una trama de delicado cromatismo, que la autora, mueve con pequeñas variaciones, conformando un resultado de indudable atractivo en el color y osadía en el método. El director hizo una versión equilibrada y detallista, esencial para destacar las virtudes de la obra.

Concierto de abono nº5 de la Oscyl

  • Director: Jonathon Heyward

  • Solista de violín: Akiko Suwanai

  • Obras de: Kaija Saariaho, Stravinsky y Sibelius, en el auditorio Miguel Delibes, jueves 2 de diciembre de 2021

El concierto para violín de Stravinsky, es una obra inequívocamente neoclásica, en la que el autor muestra con ironía, una relectura de las melodías románticas. La violinista japonesa Akiko Suwanai, entendió perfectamente el sentido y se integró con la orquesta, emergiendo en la 'toccata', sobre la trama de los vientos, mostrando después el bellísimo sonido de su 'Stradivarius', en los pasajes líricos de las dos ambigüas 'arias', para terminar con una leve muestra virtuosa en el 'capriccio' final, marcadamente rítmico.

Publicidad

El director dejó sus credenciales en su versión de la sinfonía nº 2 de Sibelius, una obra que necesita ser expuesta con claridad y detalle en la amplia gama de fragmentos melódicos que la surcan. Heyward fue muy preciso en la exposición de cada motivo, tejido a conciencia, recombinando las breves melodías que encuentran la fluidez en el «crescendo» del tiempo final. Lucieron los solistas, de todas las secciones, destacando el sonido global de todo el conjunto, fruto del exquisito cuidado puesto por este director.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad