Como pez de agua dulce en mares salados, temiendo cada ola, así parece sentirse Tomatito con la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Habla de nervios, algo que no hace casi nadie en la clásica y curioso en quien lleva cinco décadas expuesto al ... escrutinio del público de medio mundo. El guitarrista flamenco interpreta con la OSCyL el 'Concierto de Aranjuez', de Joaquín Rodrigo. En el podio, Roberto González-Monjas sumará este jueves y viernes dos formas de afrontar la música, la reglada por una partitura y la libre, hija de la improvisación.
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«Vengo de tocar muchos años para Camarón y luego para otros cantaores. Así que estoy acostumbrado a seguir, esperar o adaptarme al líder, que es la voz en mi mundo. Así que yo me adapto a la orquesta y me ayuda Roberto», dice resoplando, aún sudando tras el ensayo. «Son los nervios, escucho a tantos músicos tan buenos juntos y quiero ser uno de ellos». Fallida ambición de un solista que concitó ayer la simpatía de sus compadres de esta semana.
El lenguaje musical que aprende un flamenco se enseña en el tablao, en la casa, en la taberna. No hay atril, no hay ni una nota escrita, todo está en el toque, en el ritmo, en el oído. Escuchar, reproducir, improvisar, según el sentir del momento. Por eso cuando Tomatito se propuso tocar esta obra cumbre del repertorio español pidió la ayuda de un profesor con el que aprendió compás a compás. Prueben a leer poemas de un mismo autor durante 25 minutos, apréndalos de memoria, recítenlos sin pausa en el mismo orden. Es una gesta similar a la de este guitarrista, añadiendo que su recital debe concertar con medio centenar de intérpretes.
«Es una música tan preciosa, se toca tan bonito, que solo tengo que centrarme en la melodía aunque la lleve a mi sentir flamenco. Pero no hace falta quitar ni poner nada, porque como dice el refrán, no se arregla lo que no está roto. No necesita más esa obra», explica el músico que nada igual de cómodo en las aguas del flamenco que en las del jazz –dos músicas del dolor íntimo de gitanos y negros–, con su amigo el pianista Michel Camilo. Improvisar, dejarse llevar en ambas, en el primero desde el ritmo, en el segundo desde la melodía.
Encarcelar el duende
Roberto González-Monjas (Valladolid, 1988) vuelve a su tierra en un programa de 'fondo de armario' de director titular. Ninguno de los dos músicos se amilanan ante la popularidad de un concierto con adagio marcado a fuego en la memoria de la audiencia. «Al final, no importa que nuestra versión sea distinta a la que el público conoce. Vienen a ver cómo la toca Tomatito y él dará su visión de la obra. Si pensáramos en cómo lo hacen otros para acercarnos, ofreceríamos un producto adulterado».
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El violinista y director, que ha hecho 'El amor brujo' con cantaora, siente que «cuando trabajamos con los flamencos es como si los encarceláramos, tengo la sensación de que les ponemos barrotes. Es bueno mezclarnos y que nosotros aprendamos de su modo de entender la música también».
Tomatito habla desde el mismo sofá con la guitarra, para demostrar que sabe cómo quiere empezar y cómo acabar pero lo que pasa en medio «nunca se sabe». Va de una melodía inicial a las notas de 'Cinema Paradiso' y cierra volviendo al comienzo. Se siente más seguro parapetado tras su guitarra, con su melena cubriéndole los flancos, solo las manos libres.
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José Fernández Torres, 'Tomatito', (Almería, 1958) viene con su guitarra de ahora, «quedaría mejor una negra, pero es la que toco estos últimos meses», dice. Pasó 18 años tocando a Camarón, hasta su muerte, y ha compartido escenario con todos los flamencos desde Paco de Lucía a Enrique Morente, desde Aida Gómez a José Mercé. Precisamente con él vuelve la próxima semana a su mundo, un concierto en Madrid y luego otro en Israel. «Presentamos el disco 'De Verdad', con solos suyos y solos míos». Desde hace dos décadas mantiene dúo estable con Michel Camilo, con quien frecuenta todos los escenarios del jazz.
Fondo de armario de titular
Roberto González-Monjas vuelve con la OSCyL en calidad de director de un programa formado por obras que la esta orquesta ha tocado con buena parte de sus titulares. «Son todas obras que muestran amor por el folclore y la cultura española. La 'Alborada del gracioso', de Ravel, es música francesa que suena a española, y el 'Capricho español', de Rimski-Korsakov es música rusa que también suena española. Rodrigo compuso el 'concierto' cuando estaba en París y sentía nostalgia de su patria.
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Y Antón Abril vive aquí, compone aquí con influencia de aquí». Tomatito escucha hablar de otras músicas. ¿Se atreverá con más después de esta osadía sinfónica? Le anima Roberto con otras obras de Rodrigo para guitarra. «Ya veremos», contesta prudente.
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