Francis Chapelet, organista
«Cada órgano tiene una personalidad distinta, no hay dos iguales»Secciones
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Francis Chapelet, organista
«Cada órgano tiene una personalidad distinta, no hay dos iguales»Hizo una lista pero reconoce que no sabe el número exacto de órganos que han pasado por sus manos. «Más de cien, seguro, entre los restaurados, tocados o estudiados», dice Francis Chapelet, el organista que hace cuarenta años hizo de Abarca de Campos su ... segunda casa. Como cada verano, vuelve a este municipio palentino donde el amarillo le recuerda a África, donde pasó su niñez este músico que ya ha celebrado en el Conservatorio de Burdeos donde fue profesor a sus 90 años. En este tiempo ha asistido a «la resurrección del interés por los órganos en España. Todo ha cambiado para bien».
–Enamorado del mar y los volcanes ¿qué le llevó a la música?
–Empecé muy tarde, a los 9 años. Mi madre tocaba piano y había uno en nuestra casa de Orán y un día me dijo «vas a probar un poco». Comencé sin entusiasmo.
–¿Cuándo llegó el entusiasmo?
–Vino a los 16 o 17 años, cuando regresé a París, entonces era otra vida, había mucha música en las iglesias, entonces olvidé poco a poco el mar.Me puse al piano, seguí el camino de todos los músicos. Primero estudié con un profesor privado, luego la escuela y después el Conservatorio de París. Años después salí con un diploma. Entonces esperas una oferta de organista en una parroquia y tuve mucha suerte. Había una parroquia en el Barrio latino, San Cebrino que acababa de restaurar un órgano magnífico y me propusieron entrar como titular, y estuvimos tres a la vez para tener libertad. Me quedé allí 20 años. El hecho de entrar como organista en una iglesia famosa te abre muchas puertas para tu carrera. Así he podido seguir carrera de concertista hasta hace 10 años. Luego disminuí el ritmo, a los 90 hay que parar.
–Su colega Montserrat Torrent le saca varios años y sigue grabando y tocando
–Está totalmente sorda y continúa tocando, pero si no sabe hacer más cosas... Yo tenía otros centros de interés, así que parar de tocar no me molestó.
–El organista titular depende de un instrumento, está atado a él ¿ventaja o desventaja?
–Para no ser esclavos había tres organistas titulares. Si solo hay uno, no tienes libertad. Ahora todas las grandes parroquias de París tienen dos o tres organistas, a veces cuatro. Esa pluralidad te permitía viajar y yo tenía otra pasión más allá de la música, que era la vulcanología. De pequeño quise ser vulcanólogo, no organista. Pero como no se me daban bien las matemáticas, no pude entrar en esa carrera. Lo hice como aficionado. Eso me ha permitido conocer muchos volcanes en el mundo y, naturalmente, mientras tanto no hacía nada de música. Por eso estudié menos repertorio que mis colegas, estoy lejos de haber tocado todo Bach, solo he hecho lo que me gustaba.
–¿Hay en Francia volcanes?
–En Francia tenemos una zona volcánica que está en reposo, y también volcanes activos en las Islas Reunión y en el Caribe. Yo iba muchas veces a los volcanes de Italia, que son los más cercanos. En vez de hacer academia de música y tener alumnos, me iba a subir montañas volcánicas.
–¿Fue a ver la erupción de La Palma?
–Pensaba ir a la primera erupción que hubo en los años sesenta en Canarias, pero el día que tenía el billete de avión paró el volcán. La erupción de hace dos años la seguí por televisión. Tenía ya 88 años y me resultaba más difícil caminar. Antes subía el Estrómboli, 800 metros de desnivel duro, todos los días, incluso una vez lo subí dos porque los vulcanólogos olvidaron algo y yo fui a por ello.
–¿Cómo pasan sus oídos de escuchar el estruendo de la naturaleza a las partituras barrocas?
–No pienso tanto en la filosofía de las cosas. Si veo un órgano que me gusta, es un placer tocar, si hay que alejarse de él, lo hago, ya encontraré otros. Pero hubo una pasión por España y Castilla y eso me ha llevado a otros caminos. Por ejemplo, a conocer los órganos antiguos de por aquí. Palencia es la región más rica de órganos históricos de toda España. Muchos estaban destruidos o eran difíciles de restaurar, pero en 40 años he podido, con ayuda de otras personas, poner en pie una docena de órganos en la zona de Abarca. Otras asociaciones han ido haciendo lo mismo. Por ejemplo en Santoyo y Támara no me ocupé de nada, lo han hecho los Amigos de los Órganos de Palencia. Entonces todo esto convierte a esta zona de Palencia y Valladolid en la que más órganos preparados para tocar hay.
Grabó su primer disco en el órgano de Covarrubias y «fue una sorpresa en París. Ganó el primer premio del disco. El jurado destacó que era un sonido nunca oído», recuerda Chapelet. «Yo tenía 30 años, debutaba en la Iglesia de San Cebrino y se me abrieron todas las puertas de conciertos, comencé mi labor de recuperación de órganos en España». Su segundo disco fue en la Catedral de Salamanca, también premiado. Pero el de Covarrubias «fue una iluminación para mucha gente. Ese órgano se convirtió en un mito y mucha gente fue a verlo. Aunque si tengo que elegir alguno, mi favorito es el de Abarca».
–Su primera visita y su primer disco fue grabado en Covarrubias, ¿cómo llega allí?
–La casualidad me trajo. Mi primer viaje fue con 20 años, había visto una foto de Segovia y quería verlo en realidad. Me fui a Segovia y escuché los órganos de la Catedral, pero era imposible tocarlos porque los canónigos decían que no se podía. Después conocí a unos amigos en España y con ellos fuimos a Covarrubias.Su órgano era uno de los más antiguos de España. Es de 1640 y milagrosamente estaba en buen estado como para tocar. Pude hacer otras visitas y trabajar un poquito, ya que tenía conocimientos de organería. Con ayuda de un organero francés lo mejoramos hasta que estuvo en estado para poder ser grabado. Hice mi primer disco de música de órgano en Covarrubias. También pusimos en marcha los órganos de pueblos de Burgos como Melgar de Fernamental y Villasandino. Luego conocí Paredes de Nava, tenía un cura fabuloso que se llamaba Don Alejandro, un poco dictador, tipo Franco, y entonces le dije que era una vergüenza que enseñara en su museo un órgano que no podía tocar y le di media docena de nombres de organeros para que lo arreglara. A los seis meses pasé otra vez y el órgano tocaba, había llamado a un organero vasco. Después pusimos en funcionamiento el segundo órgano de Paredes. Organizamos los primeros conciertos. Mucha gente venía, había un gran entusiasmo.Terminamos de poner en funcionamiento otros dos órganos de Paredes. Con cuatro comenzamos la famosa Academia de Órgano Ibérico que funcionó entre 1978 y 1990. Había 12 alumnos y doce órganos, cada uno tenía su instrumento para estudiar, eso era único en Europa. Duró hasta que me cansé. Todo empieza y todo se deshace.
–Y de allí a La Mancha.
–Después me fui a Albacete. Allí restauramos un órgano antiguo y construimos uno nuevo imitando a uno antiguo, con muchos regalos que han hecho organeros en Francia. Todo esto fue en Lietor, que se ha convertido en un centro organístico de primera fila. Hay dos hermanos que de pequeños se interesaron por los instrumentos y venían a ver, ahora son concertistas.
–Hace una década crea su fundación.
–Mi historia finaliza con la idea de Luis Arranz de hacer esta fundación. Me hizo ver que como no tenía hijos había que preservar el legado. En Francia es más difícil hacer una fundación. Con esto vinieron subvenciones, porque este auditorio está construido como los muros de tapial tradicional, de tierra. Vendí algunos cuadros de mi padre, que era un pintor famoso, y con el dinero pude construir este órgano. Luis tenía ese pequeño órgano italiano y un clave. Hace poco los Amigos de la fundación han comprado un piano de cola. Tenemos todos los instrumentos para hacer de este lugar un sitio musical de primera. Mi historia termina aquí. Hay unos jóvenes metidos en la fundación y cuando yo pase el arma a la izquierda, como se dice en Francia, habrá una continuidad de actividad.
–¿Qué le hace quedarse en Tierra de Campos hace 40 años?
–Habrá un expoliación sentimental, seguro. España es mi país de adopción y la quiero como a mi país. En Francia vivo en una región muy atractiva, en la zona de Burdeos y el Perigord. Allí hemos he podido restaurar órganos magníficos. La Fundación tiene una antena en mi pueblo, donde hay varios alumnos. Hay una actividad organística menos importante que aquí. Pero Uriel ha venido aquí y él continúa mi obra, si se puede, decir.
–¿Por qué el órgano es un mundo aparte en la familia musical?
–Es un sonido especial, pero por qué a uno le atrae el órgano y a otro el trombón, no se puede explicar. Nunca hubiera hecho mi carrera con otro instrumento. Me gustan los sonidos rectos, la compleja máquina del órgano. Cada órgano tiene una personalidad, ninguno es parecido al otro, como las personas. Cada vez que se resucita un órgano sabemos que encontraremos una personalidad distinta, por su construcción, los juegos, la acústica del lugar. La de Frechilla es una de las mejores de la provincia, otras son muy secas, como la acústica de Santa María de Fuente de Nava porque el techo es de madera. Los violinistas dicen lo mismo de su instrumento, pero nosotros no vemos a primera vista la diferencia, en un órgano sí.
–¿Tocar en tantas iglesias influye en la fe de los organistas?
–No, creo que no. Conozco a muchísimos organistas que son totalmente indiferentes a la liturgia aunque la conocen. Claro, pero no les veo nadar en medio del agua bendita. Tal vez vemos la vida de los curas demasiado cerca. Yo soy creyente pero no devoto. La mayoría de mis amigos son creyentes desde lejos. Conocemos algunos curas horribles, por ejemplo el de Capillas, que ha cambiado la cerradura de la puerta para que el organista no vaya a tocar, es increíble. Aquí tenemos un cura fabuloso que mantiene todas las puertas abiertas, las de Paredes de Nava, de Frechilla, de Fuente de Nava, de Castromocho. He puesto mucho dinero para restaurar el órgano de Capillas hace 30 años y eso el cura actual no lo sabe. Cuando se quiso restaurar el órgano de Meneses dijo que no, «el órgano no es mi preocupación». Tuve que ir a ver al padre Calvo, conservador de bienes de Iglesia en Palencia. A raíz de eso, el cura ha recibido un sermón y ha abierto al final la puerta.
–¿Qué tienen de especial los órganos españoles más allá de la trompetería?
–Son completamente distintos, por eso hicimos la academia porque el organista tiene que olvidar todo lo aprendido en el conservatorio francés para tocar aquí. Los órganos antiguos españoles tienen un teclado reducido, la mayor parte un solo, más raro, dos Los de las catedrales llegan a tres. La pulsión no es la misma, la mezcla de registros es diferente, no hay pedalero o solo ocho pistones. Tienen que aprender una música que nunca han visto. Se encuentran con órganos de trompetería horizontal, pero la gran música antigua española se compuso cuando esa trompetería no existía porque es una invención de finales del XVII, inicios del XVIII. Si quieren reproducir el ambiente sonoro de la época, no debieran utilizar la trompetería. Pero cuando la gente viene a escuchar un concierto a Abarca, ve la fachada dorada y un montón de trompetas y quiere escucharlas. A veces tocan con trompetería para dar caña, para impresionar al público.
–¿No le tentó la composición?
–Me gusta la improvisación, a veces la he grabado y transcrito improvisaciones, pero no compongo. He hecho pequeñas piezas para ayudar a los organistas que están empezando en los órganos antiguos porque no hay música fácil para ellos. La composición requiere muchísimo tiempo y tener las ideas que siguen bien. Yo no tengo esa ideas, mis pensamientos son muy dispersos, no puedo concentrarme en una gran composición. Componer requiere muchas horas sentado a la mesa y yo no estoy hecho para eso, me gusta más subir Estromboli que componer.
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