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Germán Díaz se enamoró un día del sonido hipnótico y singular de la zanfona y lleva ya más de veinte años extrayendo de este instrumento sonoridades insólitas. Una buena muestra puede escucharse en su último disco, 'Trece canciones bonitas', el undécimo de su producción - ... grabado en colaboración con el clarinetista Benxamin Otero- que acaba de publicar su compañía discográfica Producciones Efímeras. Catorce temas de distintos estilos y épocas que prueban que la zanfona es mucho más que ese instrumento monótono y aburrido que tantos creyeron ver.
'Trece canciones bonitas' fue presentado en Valladolid hace unas semanas, en la nueva sala 'Espacio en blanco', y ahora está rodando por España. Es un disco que muestra los muy eclécticos gustos musicales de Germán Díaz –vallisoletano afincado ahora en Galicia– pues incluye desde temas propios, con sonoridades próximas al jazz o las nuevas músicas, a versiones de música tradicional, de Richard Galiano, de compositores clásicos como Erik Satie o Schubert, o incluso un tema muy popular en los años 30, 'Si vas a París, Papá', de Ledesma, Oropesa y Álvarez Díaz.
«La música tradicional es una gran fuente de inspiración y un gran archivo o depósito donde buscar motivos o referencias sobre los que trabajar», explica Díaz. Un depósito a menudo muy poco conocido porque «muchas veces ignoramos lo propio». Él se confiesa cada vez más interesado por la idiosincrasia particular de las músicas de cada región, y las explora como quien se sumerge en una selva ignota. «Cada vez me apetece más investigar los modos, ritmos y afinaciones de las músicas tradicionales. Sus particularidades nos dan una gran riqueza».
En todo caso, su relación con todas las músicas que le sirven de inspiración es muy libre. «Cada uno hacemos lo que nos gusta, en libertad, y eso es fabuloso. No tiene ningún sentido empeñarnos en decirle a los demás cómo deben hacer las cosas».
Su afición por la zanfona empezó a los 16 años, de un modo imprevisto. «Me llamó la atención porque es un instrumento que despierta curiosidad, con esa nota como de mantra que se va repitiendo». Por aquella época tocaba la guitarra y ganó varios concursos de canción. En uno de ellos le dieron 200.000 pesetas que le permitieron comprarse su primer instrumento.»Tuve la suerte de que por esa época Luis Delgado y otros acababan de crear la Asociación Ibérica de la Zanfona, que trajo a España para impartir cursos a los principales intérpretes de este instrumento en el mundo, lo que me facilitó una vía de aprendizaje».
El primer curso al que asistió fue en la Santa Espina, con un maestro francés. Luego llegarían otros, con Valentín Clastrier, Pascal Lefeuvre y otros. «Este último me llevó de gira con una orquesta de zanfonas y allí empezó realmente todo». Un todo que incluye la exploración de todo tipo de músicas y repertorios. «Tocar un instrumento es una forma de expresión y lo natural es que quieras volcar en él las músicas que te gustan o te interesan. Y el jazz y otros repertorios no estrictamente tradicionales me interesaban, y quise hacer algo así con mi instrumento. Hay muchos estilos que me gustan e intento sacar de ellos cosas bonitas», asegura.
Por mucho que pueda sorprender, no duda en afirmar que la zanfona es hoy un instrumento que abre muchas puertas, precisamente porque no hay muchos músicos que la toquen. «Es un instrumento muy valorado tanto en la música contemporánea como en la medieval, por ejemplo. Tiene la ventaja de ser raro. Lo verdaderamente heroico hoy es tocar el piano», bromea.
Uno de los giros en su carrera llegó con el descubrimiento de las músicas mecánicas. Ocurrió durante una gira con Pascal Lefeuvre. «Descubrí que la música mecánica no había desaparecido, como yo creía, sino que seguía vigente, y que había compositores que componían para esos instrumentos. Ahí descubrí un mundo de una sonoridad evocadora y mágica». En su disco 'Pi. Música para manivelas', del año 2008, incorporó estos sonidos a su repertorio –con partituras preparadas por él– y desde entonces no les ha abandonado. En 'Trece canciones bonitas' siguen presentes con un protagonismo singular.
Su compañía discográfica 'Producciones efímeras', con sede en Valladolid, es hoy, sobre todo, un modesto instrumento de autoproducción. Inicialmente lanzó también discos de otros autores, pero la crisis obligó a reajustar el proyecto. «Lo de tener una discográfica suena como algo importante, pero hoy no lo es tanto; en realidad es como grabar en tu casa. Pero lo necesitas para poder actuar, para poder ofrecer conciertos. Ya no es posible rodar el repertorio en conciertos antes de grabarlo, como ocurría antes». Del carácter un tanto amateur de la productora dan cuenta sus problemas para la distribución. «No existe, porque no tenemos tiempo para ocuparnos de eso, así que los discos los vendemos en los conciertos, como otros artistas».
Entre sus proyectos más inmediatos destaca uno sorprendente basado en la figura de Juanelo Turriano, que fuera relojero del rey, y que exigirá diseñar un autómata capaz de tocar algunos instrumentos mecánicos «con un repertorio basado en la música de los siglos XVI y XVII, que aporta unas polifonías muy ricas y brillantes». Lo del autómata impone a los profanos, pero Díaz no lo ve complicado. «Ahora es más fácil hacer robots que antes. De hecho, hemos descubierto que existe un modelo libre de derechos que puedes imprimírtelo tú mismo en una impresora 3D y montarlo». Los aventureros de la música es lo que tienen: que nada detiene su afán de explorar nuevos territorios.
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