«La primera asignatura para un percusionista es cargar y descargar», decía Ricardo Moreno. La segunda, controlar su corazón. Pero no pudo ser. Hace unos años este percusionista de la Sinfónica de Castilla y León tuvo un aviso, sufrió un infarto que le hizo replantearse su dedicación a la OSCyL, al Conjunto Ynstrumental, a las clases en el Zambrana. Tras una excedencia en la que llevó la música a barriadas de Centro América retornó a su orquesta para hacerse cargo de Miradas, el programa del área socieducativa.
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Apasionado por su sección, «la más joven de la orquesta», destacaba la cantidad de instrumentos y especialidades con los que era imposible aburrirse estudiando. Su favorito, el plato. Los últimos años no han sido fáciles para este madrileño inquieto y torrencial. Deja tras de sí una estela de amigos y una familia que le echan ya de menos.
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