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claudia carrascal
Sábado, 18 de julio 2020, 11:12
Nada tuvo que ver con aquellos masificados conciertos de rock and roll en los que el entregado público se volvía con cada tema un poco más visceral. Saltos, bailes, bebidas de mano en mano y voces que no dejaban de corear a gritos tuvieron que ... apaciguarse ayer en la esperada actuación de Loquillo en Valladolid. Los asistentes se conformaron con disfrutar del espectáculo desde sus asientos.
Se palparon las ganas de volver a ver al Loco, pero también el miedo a unos rebrotes cada vez más frecuentes, ya que se vendieron unas 250 entradas, el 45% del aforo, para el espectáculo que acogió el Patio de la Feria de Muestras como parte del ciclo 'Viva la vida'. Poco antes de empezar, Álvaro Sánchez, uno de sus fans, reconocía que no es el tipo de conciertos a los que está acostumbrado, porque «con un artista así es complicado estar sentado, aunque sorprende en cualquier formato».
Una vez más, Loquillo hizo alarde de su pasión por la poesía cantada, un formato que ha recuperado junto a su amigo Gabriel Sopeña porque en tiempos de coronavirus hay que poner 'La vida por delante'. Así hizo referencia al proyecto conjunto de ambos artistas, que vio la luz por primera vez en 1994 y con el que una vez más lograron deleitar a un público que le mostró todo su apoyo.
Lorena Molina lleva una década siguiendo los pasos de José María Sanz Beltrán, 'Loquillo', y aprovechó la ocasión para llevarle como presente unas botellas de vino. Ataviados con la camiseta del artista, Valentín Medina y Miriam Castell reconocieron que han acudido a cerca de 40 conciertos suyos y consideran que ahora más que nunca es momento de apoyar la música, porque «no es lo mismo hacer conciertos con 300 personas que con 15.000». Valentín subrayó que «lo mejor del artista es su personalidad, pero también ayuda su banda, que lo da todo». Por su parte, Fernando Rico y Susana Carricajo explicaban que el de Loquillo era su primer concierto tras el confinamiento y, aunque «la situación es extraña», esta versión más poética «permite disfrutar más de su voz».
Vestido de riguroso negro, despertó los aplausos del público con temas como 'La vida que yo veo', de Bernardo Atxaga; 'Inútil escrutar tan alto cielo', creado por Manuel Vázquez Montalbán, o 'Transgresiones', de Benedetti. Asimismo, hizo hincapié en que actualmente «vivimos una orgia absoluta de autosacrificio y victimismo, por eso no queda otra que ser políticamente incorrecto», y lo hizo antes de dar paso a la versión del poema homónimo de Luis Alberto de Cuenca.
Recordando el inicio junto a Gabriel Sopeña, explicó que su intención era «homenajear a los poetas contemporáneos aplicando nuestra forma musical de defender la poesía». Por eso, tampoco faltó 'No volveré a ser joven', de Gil de Biedma. Unos temas después, entre bromas y complicidad, ambos unieron sus voces con 'Brillar y brillar', un recital con el que transmitieron que «en tiempos como este la respuesta es la poesía».
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