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El arpa esta semana ha cambiado de lado, en vez de trompas adláteres, luce junto a los contrabajos y al viento-madera. Así lo ha decidió Juanjo Mena, el maestro que sube al podio de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León esta ... semana. «Las 'Variaciones' de Ginastera son una prueba para los solistas de la orquesta y tienen unos solos que conviene se vean, por eso esa disposición», dice el director alavés. Las distancias de seguridad, las cuatro citas con el público y el programa, todo para mantener la actividad musical en tiempos de coronavirus.
«A finales de febrero estaba dirigiendo en Barcelona y me sentí mal. Finalmente pude hacer el 'bruckner' programado y luego fui a Estados Unidos. Me pilló allí el inicio del confinamiento y logré volver a casa. Luego para seguir trabajando en Europa me hice una prueba serológica y tenía anticuerpos, creo que fue el aviso de Barcelona, allí lo pasé», recuerda el director que ha visto cómo la situación ha dado la vuelta a su agenda, que estaba volcada en Estados Unidos. «América está musicalmente muerta ahora, no hay actividad. Menos mal que nos queda Europa. Aquí las orquestas españolas han sido un ejemplo y un referente para las demás, junto con las danesas y noruegas. Fíjate la situación en Reino Unido, en Francia, en Italia.... En Bergen he llegado a dirigir con una distancia de 2,5 metros entre los músicos».
Lo que iba a ser un programa británico se ha tornado en uno ecléctico y retador. «Joaquín Riquelme nos pidió tocar el concierto de Hoffmeister», dice del violista murciano, solista de la Filarmónica de Berlín. «La 'Sinfonía nº 1' de Prokofiev muestra su clasicismo colorista». Aunque el color más llamativo lo pondrá Ginastera, a cuya obra ha dedicado años de estudio, conciertos y grabaciones el responsable del May Festival de Cincinnati.
Colores argentinos
«Las 'Variaciones' es una obra tremendamente exigente para la orquesta y para sus solistas, es un buen test para comprobar el nivel de ambos. La OSCyL las hizo con Jesús López Cobos y tiene una buena base». El compositor argentino, emigrado a Europa durante la dictadura, tiene un catálogo con obras «muy conocidas y apreciadas por el público, directas y ligadas al folklore» y otras que «demuestran su afán por estar actualizado siempre, por su constante contacto con la modernidad, a partir de su amistad con Copland. Son obras complejas como el 'Concierto de piano nº 3' o el de violín. Con Asier Polo grabé los conciertos para chelo, su mujer era chelista. Le encargaban obras para las orquestas más importantes del momento. Es un investigador de caminos musicales».
Riquelme tiene silla en la Filarmónica de Berlín con la también ha trabajado Mena. ¿Sigue siendo el referente sinfónico o la globalización ha desdibujado su esencia? «Vive un cambio generacional, se van jubilando los músicos que trabajaron con Karajan y Bernstein. Es una potencia en cuanto a su conocimiento del gran repertorio. Ahora tiene al frente a Kirill Petrenko que, con su enorme capacidad de trabajo, la está introduciendo en lenguajes nuevos, como ya hizo Simon Rattle. Los 'mahler' de la Filarmónica siguen siendo de un nivel altísimo. Una orquesta es un instrumento inmenso y hace falta tocar las teclas correctas para lograr la música que quieres hacer. Por eso es gratificante tener allí a un músico español como Riquelme».
Gran conocedor del panorama sinfónico español, ha dirigido a casi todas las orquestas autonómicas y en breve vuelve con la Orquesta Nacional. «Creo que la etapa de Pons y Afkham ha dado buenos resultados, yo he trabajado con ellos. He hecho un ciclo de Schubert y Afkham quería que volviera con tres o cuatro programas. El problema es la organización, se trata de una estructura administrativa funcionarial con la que es difícil hacer muchas cosas». Pero incluso en lo inamovible ha actuado la pandemia. «Nos ha obligado a tomar decisiones impensables. Por ejemplo, la ONE ensaya ahora de 10 a 14:00h, algo imposible antes. Nos ha hecho más flexibles para afrontar los cambios», explica Mena.
«En América hay una flexibilidad total y se tiene como primer objetivo los abonados. Aquí hemos recordado el carácter social de nuestro servicio, necesitamos dar como el público recibir. Por otra parte, el músico de orquesta ha recuperado su individualidad. Está obligado a escucharse y por tanto a esforzarse más, a ser más exigente. Creo que el potencial sonoro de las orquestas se duplicará». La pandemia ha frustrado las posibilidades de una nueva titularidad para Mena en Estados Unidos, «nadie está pensando en 2023». El vitoriano rechaza la deriva comercial de algunos gerentes que «quieren que las orquestas conecten con el ritmo de la sociedad que cree que con un teléfono se consigue todo rápido y guay. Eso no vale con la música, no puedo tocar a Prokofiev más rápido, debo hacerlo como está escrito. La partitura es dios. La aportación del director es interpretar lo que hay en ella, eso ya es suficiente».
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