Juan Delgado Serrano, con sus dos diplomas, en el Reina Sofía. El Norte

Juan Delgado: «Conviene no olvidar el afán de la música, contar historias que generen emoción»

El músico salmantino se impuso a los cincuenta participantes con la obra 'Ad petendam pluviam', sobre las rogativas para pedir agua en Segovia, en el XXI Premio Jóvenes Compositores SGAE-CNDM

Victoria M. Niño

Valladolid

Lunes, 30 de noviembre 2020, 08:00

John Cage y Rosendo, sesiones al piano con bandas de jazz, una investigación sobre las rogativas para pedir lluvia en la provincia de Segovia, el trabajo en la producción musical y la búsqueda de un 'diseño sonoro', todo eso pesa en 'Ad petendam ... pluviam', la obra ganadora del Premio de Jóvenes Compositores SGAE-CNDM. El salmantino Juan Delgado Serrano firma la obra que se impuso la semana pasada al medio centenar que concurría. Además de los 6.000 euros, el compositor adquiere el compromiso de crear tres piezas para otras tantas formaciones de Juventudes Musicales que las interpretarán en su próxima gira nacional.

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«Me formé en composición y piano en el Conservatorio Superior de Castilla y León. Vengo de la clásica y la moderna, pero siempre valoré el estudio de otras culturas musicales, cómo se hizo en otros entornos ajenos a los de mi procedencia», explica Juan Delgado, a quien también le interesa la etnomusicografía, por lo que estudió además antropología. Con una beca del Instituto de Cultura Tradicional de Segovia recorrió 140 pueblos recogiendo cantos tradicionales de peticiones de lluvia, «rogativas y cantos asociados», y este es el punto de partida de la obra ganadora.

El sonido de la sequía

«'Ad petendam pluviam' recrea la sequía, el lamento de los campesinos por la dificultad para sostener su economía. Luego se pasa al rito propiciatorio, el canto de la letanía y finalmente la formación de nubes y la tormenta». Para quien quiere «contar historias con la música», este es el guion. Aunque considera que «las vanguardias pasaron, la música es más que mera forma y no hay que olvidar su afán primigenio, generar emoción», tuvo que elegir una estética.

Las bases del concurso pedían una obra entre 7 y 12 minutos con una plantilla de oboe, clarinete, violín, viola, chelo, piano, percusión y electrónica. Delgado se fue hasta los 12 minutos y utilizó todos los recursos instrumentales disponibles. Su trabajo de productor le marca tanto como la historia de la composición, por eso habla de «diseño sonoro» más que de partitura, por eso otorga tanta importancia al «espacio donde se interpreta la música» y por eso busca un «sonido envolvente» a través de la electrónica. ¿Pero cómo suena la sequía? «He generado materiales que se reproducen en ocho altavoces a lo largo de la sala. Son efectos que crean esa idea inmersiva de la música porque el público lo escucha una vez por un sitio, otra vez por otro. Todos los instrumentos emiten ruido más que sonido para transmitir la idea de seco. La ausencia de sonido es la ausencia de vida. El percusionista manipuló unas hojas secas pasándolas de un micrófono a otro para provocar el crujido. Parece que gustó mucho», celebra Juan Delgado que por fin pudo escuchar lo que él tenía en la cabeza, la interpretación de su música es el primer galardón.

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«Poco a poco se da paso al lamento. Emergen notas lentas que acaban convirtiéndose en una melodía, inspirada en un canto original que deriva en una célula musical para el corno inglés/ oboes, hay varias duplicaciones. El oboe toca el lamento. Posteriormente llega el rezo, que se anuncia con la campana. Luego comienza la práctica propiciatoria, la rogativa. El oboe interpreta esa evocación tradicional a los santos, el canto responsorial que va diciendo el sacerdote y es contestado por los feligreses. Más desdibujada va sonando la formación de las nubes, con una creciente densificación de notas hasta que llega la tormenta con golpes sutiles en la marimba, piano y el pizzicato de las cuerdas».

Ni la tormenta satura la escucha ya que Delgado cultiva un «estilo íntimo, delicado, elegante en cada recurso», dice citando al jurado. «Me gusta atender a la fragilidad del sonido, me interesa el culto al silencio, que el espectador tenga el oído abierto a cualquier mínimo sonido, que cada señal sea relevante. Vivimos en un momento en el que la creación de contenidos está orientada a la sobreinformación, a la saturación. La música está llena de cosas, todo tiende a la intensidad, se carga demasiado. Para mí la experiencia sonora es más rica, tiene elementos sutiles más allá de los tradicionales aspectos a los que se atiende, –armonías, ritmos, melodías–, y está relacionada con el espacio en el que se hace». Pero lejos de embelesarse en la abstracción del sonido, Delgado reivindica el fin comunicativo de la música. «Me interesa tocar fibras, comunicar sensaciones, contar historias y provocar un efecto, procurar una experiencia al escuchante».

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Sus referentes son la mezcla de la historia de la música y el aprendizaje en la producción. «Cuando escuché mi obra el día del concurso me llevó a la idea del estudio. Los intérpretes leían su parte pero no se daban cuenta de lo que ocurría alrededor pues no podían percibir los efectos electrónicos». En cuanto a composición, su maestro es John Cage y su '4'33', obra del silencio. «Explorar las texturas, escuchar el silencio es un interés personal». Otro de sus proyectos es la conexión entre música e imagen, la composición de banda sonoras de películas le tienta.

Cuando Juan Delgado fue a vivir a Madrid para seguir estudiando comenzó a trabajar en la producción musical. En la Warner Music y Elephant Records ha compartido sesiones con Eugenio Muñoz, Bobby Martínez, Jorge Pardo, Rosendo, Celtas Cortos o Rodrigo Mercado. «Esa experiencia me enseñó a crear materiales, a transmitir información precisa, a tratar con la gente dentro y fuera del estudio. Me ha llevado a ser minucioso, detallado, exigente. Todo forma parte de mi bagaje».

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