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El séptimo gerente de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León ha frecuentado el patio de butacas del Delibes como espectador. Jesús Herrera (Linares, 1987) fue pianista antes que gestor, tiene una colección de triunfos académicos que avalan su dedicación y la certeza de ... habitar un yo cambiante: «no quiero que mi yo de dentro de un tiempo sea el mismo que hoy». Tras años de trabajo en agencias internacionales, la empresa privada del sector, se estrena como capitán de un barco sinfónico que está a punto de cumplir 30 años.
–¿Cuáles son las líneas maestras de su proyecto?
–Cuando trabajaba en Londres tuve que analizar muchas. Me di cuenta de que la gente no es consciente de la maravilla que tenemos aquí.Una sala sinfónica como la del Delibes no la hay en Londres. Valladolid tiene el privilegio de este auditorio y una programación con artistas de altísimo nivel. El hecho de que eso, a ojos internacionales, no sea tan transparente es un reto para mí porque siempre me ha dado rabia el hecho de que no se llegase más allá de los comentarios que pueda hacer un solista en su círculo. Otro aspecto de mi proyecto, impulsar el marketing y la comunicación, más la segunda. Que lo que hagamos aquí tenga una resonancia, no es solo que se venda sino que se entienda. La labor social y educativa que se ha hecho ha sido maravillosa y hay que seguir potenciándola. Y un componente técnico, gestionar la institución desde la eficiencia.
–La internacionalización es de libro. La OSCyL giró por Alemania y Sudamérica. ¿Dónde la ve?
–No se tiene que ir a tocar fuera por tocar, hay que ver cómo construir el perfil de la orquesta, según los circuitos. Todo empieza desde dentro. La temporada digital ha avanzado mucho, ahora buscas a la OSCyL en YouTube y ves material de buena calidad. Esto hay que optimizarlo sabiendo que cualquier persona en el mundo con una mínima búsqueda ya puede sacar una conclusión bastante fehaciente. La internacionalización empieza desde casa. Vengo con una red de contactos grande y estoy muy al día de los proyectos que se hacen. Por ejemplo la coproducción entre Leipzig y Boston, los aniversarios que se están celebrando, esas tendencias deben llegar como información fluida. Quiero que seamos parte integrante de estos proyectos, que no caigan aquí de forma residual, que la OSCyL sea motor de esa vanguardia. Tenemos que tener objetivos claros a la hora de fomentar un territorio, proyectos que dejen semilla en ambos lugares.
–Un ejemplo.
–Hacemos una producción adaptada a un mercado, nos presentamos a los premios discográficos de ese territorio, hacemos un programa que llame la atención y que tenga un trasfondo, que no sea entrar, tocar e irse.
–El área socio educativa, puntera en otro momento, está parada ¿cómo quiere recuperarla?
–Estoy aterrizando. No quiero sacar conclusiones antes de ver el trasfondo. Hay una voluntad de hacerlo pero hay otras líneas de acción. En mi proyecto lo considero importante y no se habría escogido de no estar de acuerdo.
–Tendrá que iniciar el proceso de elección de un director titular ¿consultará a los músicos?
–He tenido la suerte de estar en muchos procesos de titularidad en orquestas de todo el mundo. No hay una regla de oro para que funcione, cada orquesta es una familia y se solucionan los problemas de forma distinta. Lo importante es que el programa que se piense para que todo vaya adelante, que los músicos puedan crecer y si ellos tiene comunicación y pueden hacer algo para que esto vaya adelante, se sentirán más cómodos. Mi primera acción ha sido escribirles. La comunicación es fácil, es más difícil el consenso.
–¿Es partidario de directores jóvenes que crezcan con la orquesta, de consagrados tranquilos?
–Hay que ver que perfil hay que darle a la orquesta, qué hará que funcione bien. La edad quizá solo puede ser un factor determinante si se puede sentir que un director viene a aprender el repertorio para hacer carrera en otro sitios. La debe desarrollar aquí con la orquesta. Si es alguien joven, que aporte no tanto que venga a beneficiarse de la orquesta. Hay otros perfiles más interesantes, como el 'kapellmeister' germánico que trabaja el sonido y la cohesión de la orquesta. O quizá quieran a un maestro que imparta su magisterio sin hablar demasiado o a un comunicador que haga que vayan a los ensayos emocionados. No es lo que me guste a mí sino valorar lo que funciona mejor con orquesta. La comunicación ayuda a descubrir esa clave.
–¿Cambió el piano por la gestión?
–Se me presentó la oportunidad de organizar conciertos con una institución diplomática en París y descubrí que me apasionaba. Siempre he querido vivir con la música. No doy conciertos, pero estudio por gusto. El hecho de poder desarrollar ciclos de conciertos me llevó a otras ideas y hubo momento en que era tan feliz haciendo esto que no podía seguir dedicando tantas horas al piano. Me fui profesionalizando, tuve que descubrir todo por mí mismo, al igual que con la música, no vengo de una familia de músicos. Empecé hace 11 años, soy atrevido, me equivoco mucho, no todas las grandes ideas salen bien, hay que filtrar y tener los pies en la tierra. Mi bagaje hizo que tuviese capacidad de observar y aprender de cómo se hacen las cosas en instituciones prestigiosas y creo que ahora estoy preparado para afrontar retos tan importante como este.
–¿Cómo congenian arte y razón?
–Tengo una gran sensibilidad artística pero también soy una persona muy estratégica, me gusta que las cosas vayan tomando forma. No hago nada por hacer. La profesionalidad empieza con el proyecto, pero si se realiza al 100% más que un éxito es un fracaso. Lo que es interesante es saber adaptarse del plan 'a' al 'b', al 'c' y cuando se llega al 'j' haber aprendido tanto que sea mejor que el plan 'a'. En este camino estamos juntos. Tengo que liderar con visión clara, si no iríamos a la deriva, en el que cada cambio sea fruto del crecimiento exponencial.
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