El maestro nicaragüense Giancarlo Guerrero. Rodrigo Jiménez

Giancarlo Guerrero: «El público decide qué permanece y qué desaparece»

El nicaragüense, ganador de seis 'grammys', dirige a la OSCyL en una versión orquestal de la tetralogía operística de Wagner

Victoria M. Niño

Valladolid

Jueves, 16 de diciembre 2021, 07:51

Debuta en el Miguel Delibes frente a la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Giancarlo Guerrero (Nicaragua, 1969) lo hará a lo grande, con 101 músicos a sus órdenes para interpretar 'El Anillo sin palabras', la síntesis sinfónica de la tetralogía operística de ... Wagner realizada por Lorin Maazel.

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«Será un espectáculo acústico y visual. Tenemos instrumentos que creó Wagner para sus óperas. Están las tubas wagnerianas, una especie de trompa francesa, instrumento a caballo entre la trompeta y el bombardino. También las usaron R.Strauss y Stravinski. Ytambién un trombón contrabajo, que pesa mucho», dice el titular de la Sinfónica de Nashville y de la Filarmónica NFM de Breslavia (Polonia).

«La tetralogía son casi 18 horas de música. Esta suite dura unos 80 minutos y contiene las músicas más conocidas del 'Anillo', de las 'Walkirias', de 'Sigfrido' y de 'El ocaso de los dioses'. Puede decirse que el 99,9% es Wagner y Lorin Maazel solo hace los arreglos de las transiciones y algunas arias las adapta a un instrumento solista», cuenta el ganador de seis 'grammys'.

«La historia que se cuenta es la misma, la música es puro drama, tragedia, alegría, miedo, amor, con momentos memorables y muy reconocibles. Por supuesto no puede faltar la 'Cabalgata de las walkirias'». Guerrero recuerda que las suites orquestales «fueron animadas por los propios compositores para que sus óperas fueran conocidas en salas sinfónicas como pasó con 'Carmen' o 'La Traviata'».

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Nacido en Nicaragua y criado en Costa Rica, «no son precisamente las mecas de la clásica», Guerrero esta orgulloso de «haber hecho una carrera sin importar de dónde vengo», que no era un hogar en contacto con la clásica. «Mi papá escuchaba rancheras y mi mamá a Julio Iglesias. En mi casa no existía Brahms, no porque no gustara sino porque no teníamos acceso a su música. La música fue mi pasatiempo tras la escuela, luego la abracé de forma más apasionada y se convirtió en mi vida». Yesa pasión está transida de «subjetividad. Hago Beethoven en Alemania a mi manera y gusta. Todo es subjetivo, yo debo inspirar a mis músicos, traer ideas. Pero no existe una forma correcta de tocar. Una orquesta está formada por mucha gente distinta que habla un idioma universal, la música».

Lleva casi 14 años en Nashville «una metrópoli con mucha vida musical. No es solo capital del country sino la ciudad de la música americana. Es un importante centro de grabación. Es un privilegio ser director en un lugar donde conviven tantos géneros y se tiene ese aprecio por la música». Disfruta encontrando músicos latinos en las orquestas donde va de invitado. «Es el resultado de la gran inversión de hace cincuenta años en las orquestas juveniles»

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La pandemia obligó a cerrar la Sinfónica de Nashville, «desgraciadamente allí se sostienen con las entradas y la inversión privada. En cambio pude seguir trabajando en Polonia y en España», es asiduo de la Orquesta de Galicia y la de Bilbao.

«La pandemia ha sido devastadora para el mundo de las artes no solo en su vertiente económica. Pero poco a poco salimos de al pesadilla. Soy optimista, creo que este virus no va a desaparecer tan fácilmente, habrá que mantener las medidas pero no existe el mundo perfecto ni existió antes. Nuestro deber es seguir llevando la música a nuestro público, como parte de la sanación colectiva».

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Mozart también estrenó

Está especialmente comprometido con la composición contemporánea. «Hay que recordar que Beethoven y Mozart también hicieron música nueva. No toda su obra es igual conocida y tocada. Tenemos que interpretar el repertorio del pasado, del presente y del futuro. Los 'beethoven' de mañana están escribiendo hoy y las orquestas deben combinar todo tipo de música. Si programas un concierto de Mozart y una pieza contemporánea, aquel sonará distinto. Para mi ir a un concierto siempre es un descubrimiento, una aventura, vas con oídos y ojos nuevos a salas y orquestas distintas. Si la música sonora igual, sería un disco».

Por eso cree que «hay que dar la opción al público, exponerle a la música nueva. Lo nuevo nos intimida pero con el tiempo se normaliza. Mi deber es acercar la música pero lo que ocurra con ella está fuera de mi alcance, es el contacto con el público lo que decide si una obra se convierte en clásica, el público decide lo que debe permanecer o desaparecer. Esa la maravilla y la espontaneidad de la música».

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