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Parece un chaval tranquilo, a puntito de cumplir los veinte. Con su su sudadera, sus vaqueros rotos, las zapas blancas. Uno más en esta tarde de sábado, si no fuera porque decenas de jóvenes, uno detrás de otro, se le acercan para pedirle una foto ... con él. «Claro, sin problema», dice Gabriel, mientras posa, sonríe, se pasea por delante del objetivo de un móvil y de otro y de otro más.
Parece un chaval tranquilo, sosegado, cero nervios a minutos de subir al escenario, pero si nos asomáramos a su cabeza seguramente veríamos un cerebro en ebullición. Ahí dentro, hay miles de palabras que se cruzan, se encuentran, conectan y se enlazan para convertirse en rimas, en ripios, en estrofas de rap. Gabriel Sánchez Poyal, joven ovetense del 2001, es Gazir, campeón de España de 'freestyle', un «niño diabólico», un «robot» que en apenas dos años se ha convertido en el vencedor de toda batalla de gallos que se le ponga por delante. En tan solo unos días, luchará, de nuevo, por el trono internacional en una competición que, el día 11, tendrá lugar en Chile. Este sábado, se ha acercado a Valladolid para entrenarse (junto a sus compañeros BTA, Hander y Kensuke) en una exhibición que le sirve para engrasar rimas y pulir improvisaciones.
El escenario es un ring con mesa de mezclas y luces de neón. A sus pies, una colección de sillas todas llenas. Alrededor, decenas de jóvenes dispuestos a celebrar el ingenio, las ocurrencias, la velocidad de reacción, la agilidad mental de unos raperos que mezclan poesía e improvisación, rimas, zascas y crítica social. «Cojo el micrófono como si fuera una guadaña», dice BTA, el primero en salir a un palco, mecido por una enorme ovación. Y descarga, a la velocidad de una metralleta de videojuego, un arsenal de rimas que son jaleadas (mano en alto)por la concurrencia.
«Todo esto que hacemos es improvisación, lo podéis creer o no», aseguran los participantes en la velada. Kensuke, sudadera rosa, movimientos desgarbados, un clásico en primera línea de las batallas desde 2013, coge el hilo:«Me voy a Valladolid para que ellos se vayan dolidos», dice antes de dar paso a Hander y preparar el camino para que Gazir salte al escenario. «Se me acaba el aire loco, pero igualmente brillo bajo el foco. Se me acaba el aire loco, pero todo lo que falta me lo dais vosotros». Ytodo son aplausos.
Gazir se ha convertido en un par de años en la sensación del mundillo 'freestyle'. De aquellas batallas en los parques de su pueblo asturiano, de empollar en el instituto para aprobar la EBAU, a mudarse a un piso de universitarios en Oviedo y competir en las reuniones más exclusivas y exigentes. «Son competiciones de mucha exigencia, pero he aprendido a canalizar el estrés para que eso juegue a mi favor», aseguraba en las entrevistas que concedió después de obtener el título nacional de Red Bull.
«La cabeza maquina involuntariamente en ese momento, es muy difícil de explicar», asegura un joven que agradece la educación recibida:«En casa siempre me inculcaron la lectura. Y ver películas desde niño me ha hecho tener más referencias, más ideas que puedes asociar». Combina esas alusiones a series, videojuegos, la música o la actualidad con otros golpes «directos al hueso», que son los que suelen celebrarse con más ruido y admiración desde las gradas. «El público siempre te motiva, sueltas adrenalina cuando estás delante de ellos», asegura Gabriel, antes de convertirse en Gazir, un joven despierto, veloz, ingenioso, que encaja golpes sobre lo bajito que es y los devuelve con la sana reacción de reírse de uno mismo. Desde ahí arriba, para garantizar que «no hay nada preparado», los raperos piden a la concurrencia que les lancen palabras, temas, motivos sobre los que empezar a rimar.
–¡Algo sobre el Call of Duty!–, le piden.
–No juego a ese juego en que disparan fuerte, convierto Valladolid en un puto punto caliente.
«Podéis trolearnos lo que queráis», piden los participantes en esta vallisoletana batalla de gallos, antes de que un niño de apenas tres años, que ha acudido a la cita con su madre y su hermana mayor, levante uno de los grandes aplausos de la noche. Se llama Iván. Está en tratamiento por una dura enfermedad. Y Gazir y sus compañeros le dedican sus rimas: «¿Sabes en qué se parecen nuestras vidas?Mi madre y mi hermana también son mis heroínas». «Los mejores superhéroes no suben paredes, los mejores superhéroes están fuera de las redes». «Igual en diez años tú eres el campeón, pero a mí ya me has ganado el corazón», le dicen, a velocidad de vértigo, para recordarle:«Nosotros ganamos batallas de gallos, pero él está ganando la batalla de la vida».
Durante más de una hora, este escenario es una colección de rimas que enfila su recta final cuando Gazir pide a los vallisoletanos que le deseen suerte en su próxima cita. «Tengo que coger ahora un tren para Madrid porque en unas horas me voy a Chile para competir por el título internacional. Deseadme suerte. Tengo un campeonato que ganar», dice Gazir, mientras recoge aplausos antes de bajarse del escenario y convertirse de nuevo en Gabriel, un chaval a punto de cumplir los veinte que despierta admiración por su agilidad mental, su ingenio con las rimas, la poesía callejera a ritmo de 'beat'.
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