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«Alejandro Sanz triunfó ayer en Valladolid antes incluso de actuar por la noche en Medina del Campo», contaba El Norte de Castilla del miércoles 12 de febrero de 1992, para hacerse eco del enorme tirón que un joven cantante empezaba a tener entre ... la juventud española. Había publicado hacía poquito su disco 'Viviendo deprisa' y era raro por aquella época no ver una carpeta de instituto sin su rostro. Alejandro Sanz, que este jueves 9 de diciembre ha celebrado sus 30 años en el mundo de la música con la presentación de su nuevo disco, visitó Valladolid aquella mañana del 11 de febrero de 1992... y su paso por Valladolid dejó imágenes multitudinarias. Cientos de jóvenes colapsaron las calles Montero Calvo y Duque de la Victoria para intentar ver (aunque fuera de lejos) a su nuevo ídolo.
El cantante se había acercado hasta la emisora de la Cadena Ser (entonces en Montero Calvo) para ofrecer una entrevista. A las puertas de la radio, se agolpaban cientos de seguidoras. «Está muy buenísimo, es muy guapo»: eran las frases que, según la crónica de aquel día, más pronunciaban las chavalas («doceañeras y quinceañeras») «mientras preparaban bolígrafo y papel para el autógrafo». Alejandro Sanz tenía entonces 22 años y flequillo engominado.
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«Tíos más guapos que yo hay 50.000 por la calle«, decía el cantante en la entrevista mientras, al otro lado del micrófono y la emisora, sus fans le lanzaban mil piropos. »Quizá su secreto resida en su capacidad para comunicar que considera 'superfundamental'. Porque el cantautor se autodefine como cuentero, no cuentista: 'Me gusta contar cuentos, para hacer la letra de mis canciones me baso en la vida, en las cosas que suceden a mi alrededor', dijo en la entrevista. A su término, tuvo que ser escoltado para evitar las multitudes y salió de tapadillo por la redacción de El Norte de Castilla y protegido por la Policía.
Esa noche tuvo concierto en la discoteca Coliseo, en Medina del Campo. El cronista (viene sin firmar) quiso echar de humor para intentar explicar el enorme fenónemo fan. Así decía el artículo: «Y ahora quiero aprovechar para agradeceros vuestro apoyo... Tras esta frase, Alejandro Sanz entonó el último tema de su recital en Medina del Campo. Bien mirado, si hubiera confesado tener un furúnculo en salva sea la parte, o hubiera hecho un comentario sobre la diferencia de edad entre Yasser Arafat y su esposa, no habría importado. La suerte estaba echada y el millar largo de fans que todavía hoy suspiran recordando la actuación de su ídolo rompió en gritos. No faltaron los desmayos y el flamear de prendas íntimas. El concierto solo duró una hora pero la emoción queda. Y queda contárselo a las amigas, poner pasión y verles la cara de envidia con aquello del 'Jo, maja, lo que te perdiste...'.
Las fotografías, de Fran Jiménez, recogen aglomeraciones de fans, algunas de ellas con fotos de su ídolo en la mano. Escucharon canciones de su disco, como 'Los dos cogidos de la mano', 'Pisando fuerte' o 'Se le apagó la luz'.
La periodista Maribel Rodicio le dedicó su artículo en la sección 'De ayer a hoy'. Se titulaba 'Locas por la música'. Y decía:
«Lo habíamos visto en los viejos reportajes de la televisión americana pensando eso, 'que estos americanos están locos'... hasta que la moda creció como la espuma y las españolas también se desmayaban ante los cantantes patrios y les pedían un hijo suyo. La verdad, por mucho que me guste un intérprete, actor o deportista, jamás se me ha ocurrido formar parte de la masa histérica y gritona para sufrir pisotones, apreturas y tener «la suerte» de ver el tupé del ídolo a considerable distancia. Hay cintas, discos y vídeos que permiten disfrutar del famoso en cómoda y relajada soledad».
«¿Qué no le he tocado, que no tengo un autógrafo suyo? Se me da un ardite. Total, eso solo sirve para fardar y poner la cara de la amiga verde de envidia».
«Por eso sigo sin comprender el lío que en la tarde de ayer se organizó en la esquina de Montero Calvo con duque de la Victoria, justo donde el edificio de 'El Norte' se asienta«.
«Venía Alejandro Sanz, cantante jovencito, guapito y famosito a la vecina emisora de la Ser. Y la calle estaba tomada por quinceañeras, muchas de ellas de uniforme, que no dejaban pasar coches ni peatones. En su afán por ver al cantante, se subían a los coches aparcados, y alguno destrozaron, repartían codazos para no perder el lugar conquistado como si en ello les fuera la vida y, mientras gritaban, lloraban o reían sin transición. Todo un espectáculo. Los que llegábamos a trabajar lo tuvimos difícil para alcanzar la puerta del periódico. A nuestro gerente, Manuel Delibes, le encerraron en un círculo compacto del que le era imposible escapar. Se lo tomó por las buenas y hasta rió con ganas al escuchar frases como esa de que «los viejos roqueros nunca mueren».
«Cuando llegó el famoso, tuvo que abrirle paso la policía y utilizar para entrar en la emisora una puerta de emergencia, porque la principal, dos pisos de escaleras incluidas, estaban más abarrotadas que la calle. Y en la calle se quedaron, sin poder subir, un vicerrector de la Universidad y un directivo de Iberdrola que iban a participar en un programa informativo».
«Los hombres no salían de su asombro mientras se dolían de algún que otro golpe propinado por las jóvenes fieras. Alguna de ellas, por cierto, también probó la contundencia de la porra policial y eso que los gendarmes se limitaban a blandiría en el aire, sobre las cabezas de la concurrencia, para intentar abrir huecos por donde pasar los ajenos a «la movida»; pero como a las nenas le daba igual, ellas mismas, como mariposas atraídas por la luz, se lanzaban contra las armas disuasorias, con gran susto para los polis que ya no sabían qué hacer».
«Ocurrió, lo vi, me zarandearon, pero sigo sin entenderlo. ¡Palabra!»
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