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Hizo cambiar la legislación del Reino Unido sobre las normas de ingreso en la Royal Academy of Music. Evelyn Glennie demostró que su sordera no era incompatible con su capacidad para hacer música. Cursó sus estudios superiores y se convirtió en la primera percusionista solista ... con una ya larga trayectoria profesional al más alto nivel. Esta semana interpreta con al Orquesta Sinfónica de Castilla y León (OSCyL) el concierto que James MacMillan compuso para ella, ‘Veni, Veni, Emmanuel’. El director francés Yan Pascal Tortelier ocupa el podio con un programa que completa la ‘Sinfonía nº5’, de Prokofiev.
Glennie (Aberdeen, 1965) comenzó estudiando piano. Sus deficiencias auditivas se manifestaron a los dos años. «Cuando tenía once, probé con el clarinete, pero mis problemas de audición iban creciendo y seguí con el piano. A los doce, ante la orquesta del instituto me sentí fascinada. Quise probar la percusión, lo mismo que querían muchos de mis compañeros, así que tuve que esperar mi turno. Cuando cogí las baquetas me sentí bien, me gustó. Entonces las clases de música eran gratis, mi generación tuvo suerte. Ahora no es así», dice la segunda percusionista que tocará con la OSCyL.
El primero fue Martin Grubinger, una suerte de enérgico atleta entre timbales y sets. Evelyn es casi su opuesto. Esta mujer menuda se mueve con sigilo entre los casi 25 instrumentos que toca en este concierto, descalza, para sentir la vibración del sonido. Siempre ha defendido la multisensorialidad de la percepción, el poder de la mente para aprovechar toda la información que llega a nuestro cuerpo y la recepción individual diferenciada de cualquier estímulo artístico.
«Estaba viendo en la tele un concierto de los Proms, tocaban ‘La confesión de Isabel Gowdie’, de James MacMillan. No conocía a ese compositor pero me encantó. Contacté con él, quería pedirle un concierto para percusión. Accedió y lo estrenamos en verano de 1992», dice con sus ojos siempre muy atentos, muy abiertos. «Es una obra ya casi antigua para una sección tan contemporánea como la mía. Por eso me gusta mucho tocarla con orquestas que no la han hecho nunca», cuenta quien fue nombrada Dame por la Reina británica y tiene entre otros reconocimientos, un Grammy.
Como pionera supo desde el principio que no había suficiente repertorio para un solista de percusión así que siempre cultivó la relación con compositores a los que acabó pidiendo obra para sus instrumentos. «No siempre es rápido. Por ejemplo una vez se lo pedí al estadounidense John Corigliano y diez años después me entregó su obra. Nada pasa en cinco minutos. Necesitamos que crezca el repertorio para percusión», explica Glennie que además de sus estrenos de música sinfónica o de cámara, ha colaborado con estrellas del pop como Mark Knopfler o Björk.
Cuando toca con orquesta, Evelyn lo afronta como «un trabajo en equipo que requiere paciencia y respeto. En este caso yo he estudiado toda la obra, no solo mi parte como solista. Sé cuando y que tocará cada sección. He dispuesto todos mis instrumentos en la parte delantera de modo que mire al público y pueda seguir al director». A pesar de la espectacularidad de instrumentos como la marimba o el vibráfono, esta música se niega a ser especialista. «Soy una multinstrumentista que prefiere siempre el instrumento que estoy tocando en ese momento. Al inicio de mi carrera el sello discográfico sí intentó encasillarme en uno porque era más eficaz comercialmente, pero poco a poco impuse mi idea». En su casa guarda una colección de 2.000 instrumentos recogidos por todo el mundo. «Cada uno tiene su historia, hay percusión en todas partes. Por ejemplo en Alaska, fui a buscar un tambor esquimal para lo tuve que hacer unas cuantas millas en la nieve». También le interesan las joyas, por la misma razón «las hay en todas partes, tienen relación con lo étnico y sirven para hacer ruidos». También las diseña. Hoy mantendrá un encuentro con la Federación de Sordos de Valladolid en el Miguel Delibes. «Les diré que no hay que aceptar la categorización ni el encasillamiento. Que la tecnología me ha permitido a mí lo que no pudo vivir el pobre Beethoven. Hay que romper los límites de nuestros sentidos y ponernos delante de ellos».
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