Una síntesis del todo

La obra es extremadamente compleja y no ha sido hasta el siglo XX cuando se ha empezado a desentrañar de modo exhaustivo. Nos pareció una obra maestra, no solo por su complejidad técnica sino porque la aparente sencillez de los 'sujetos' que la forman contienen una fluidez imaginativa que, aun sujeta a unas reglas rígidas, nos conmueve. Fue una versión cálida y expresiva, con inclinación a resaltar algunas dinámicas, hecha con certeza y conjunción absolutas. Parecía fácil cuando escuchamos los cuatro primeros contrapuntos, pero a medida que la obra avanzaba, la dificultad fue aumentando, surgiendo nuevos motivos vertidos con suma calidad por el Cuarteto.

Es significativo que en el sujeto de su última fuga, construido con las letras de su nombre, la luz de Bach se extinguiera, dejando sin despejar algunas incógnitas de esa gran ecuación, planteada durante toda su vida. Emil Cioran se atrevió a decir en uno de sus aforismos: «Lo que Dios le debe a Bach». Tal vez suene a irreverencia, pero viéndolo desde otro ángulo, es el mayor elogio expresado sobre la obra de un compositor. El Cuarteto Casals nos dejó inmersos en el entramado de cánones y contrapuntos, buscando lo que Bach debió tener siempre muy claro.