Monumento a la música

El joven Boris Giltburg, un pianista, que nos dejó una excelente versión del concierto nº 3 de Rachmaninov. Muy pronto se deshizo de la leyenda de obra maldita con la que grandes intérpretes fracasaron. Al éxito del pianista contribuyó en gran medida la perfecta conjunción con la orquesta, no solo en los 'tempi', sino en los ataques y las gradaciones dinámicas perfectamente sincronizadas que ayudaron a mantener la tensión y la unidad durante toda la obra. Del conocido motivo del primer movimiento, el solista pasó del intimismo místico a un virtuosismo espectacular, respondiendo a la idea del autor de conceder al piano una dimensión orquestal, vertiendo un catálogo completo de virtudes: vigor en los ataques en los 'fortes', articulación exquisita y una claridad diáfana en cada pasaje. La orquesta mantuvo la fluidez en los enlaces entre los tiempos, con una cuerda espléndida que dio la profundidad necesaria para facilitar cada entrada del solista. Gran ovación para Giltburg, con el 'preludio nº 12 del op. 32' de Rachmaninov, como regalo.

La orquesta ofreció después 'April-England op 48 ', en la que John Foulds, su autor,en apenas siete minutos logra reunir todos los recursos orquestales para transmitir acertadamente el ambiente que pone nombre a la pieza.

Sakari Oramo mostró las virtudes de su orquesta, con una versión brillante de la sinfonía nº 5 de Sibelius. Las trompas comienzan la búsqueda de motivos. En el 'andante' la cuerda desarrolla un tema precioso, así fueron sucediéndose los hallazgos a lo largo de la sinfonia Sibelius es un autor que demuestra un cuidado especial y un aire elegante en la exposición de las líneas. Ese esmero fue expuesto por la orquesta con nitidez, además de conseguir un amplío rango dinámico con 'pianísimos' muy logrados. La obra culmina con cinco acordes separados por otros tantos silencios, en un original final, que aun tuvo continuación con una delicada versión del 'Vals triste' del mismo autor.