Dos compositores, que forjaron una buena amistad, conformaban el llamativo programa. Benjamin Britten huyó siempre de las tendencias nacionalistas. Esa puede ser la razón de la composición del ciclo de canciones 'Les Iluminations' sobre textos de Rimbaud. En ella, el autor demuestra su ambigüedad, ... no dejando que la retórica empañe su creatividad. En esta obra demuestra una elegancia sobresaliente combinada con un dramatismo que asienta en la densidad de la cuerda, dividida dentro de las distintas secciones.
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Dirigida por Mark Wigglesworth. Soprano, Olivia Boen. Obras de Britten y Shostakovich. Auditorio Miguel Delibes.
El resultado fue brillante, con la soprano Olivia Boen a la cabeza que destacó con una voz de firme emisión y rico timbre. Además las canciones están escritas sin una exigencia extrema en los agudos. Fueron versiones exquisitas que oscilaron entre lo poético fuertemente articulado de 'Villes', 'Marine' y 'Parade' y una aparente ingenuidad lírica de 'Phrase', 'Antique', o 'Dèpart'. Los aplausos cálidos, hicieron justicia a una versión que sonó con el ajuste y la conjunción adecuados en una orquesta de cuerda primorosamente unida.
La 'Décima sinfonía' de Shostakovich está marcada por las iniciales de su nombre D,S,C,H que corresponden a las notas Re, Mi bemol, Do, Si, que son las cuatro notas que el público sale de la sala tarareando. Pero la sinfonía es mucho más. El moderato inicial, de gran extensión, puso de manifiesto un ímpetu especial en la marca del director Mark Wigglesworth. La Orquesta sonó como un solo instrumento y las intervenciones de la cuerda, clarinete, flauta y fagot se escucharon nítidas y siempre a tempo. El allegro es agitado y fue marcado con rotundidad. El enlace de la cuerda y los metales fue estupendo.
Ya en el allegretto, después de la excelsa llamada de la trompa, la música se disemina entre la cuerda en pizzicatto, que anuncia un vals muy marcado, otra de las señas del autor, que termina en un pianísimo del flautín. El tiempo final fue apoteósico. Un director conocedor a fondo de la obra lució todas sus virtudes para dictar una lección impecable de la sinfonía. Sin valerse de la partitura no tuvo dudas y extrajo con mirada y gesto penetrantes, lo mejor de la orquesta. Después de la tempestad y una serena calma, acabó en un final monumental. Los bravos del público reconocieron que este director había logrado con la OSCyL una versión de referencia.
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