Dos nacionalismos diferentes

En el alegro final la unión con la orquesta fue total. Mostró sonido afinado en los pasajes virtuosos y terminó con una melodía preciosa, en homenaje a Josefina Kournicova, un amor juvenil, fallecida por esas fechas. La orquesta, hizo una lectura ejemplar, compacta y segura, confirmando los ecos románticos en un siglo que iba a decirnos adiós.

'La consagración de la primavera', de Stravinski revolucionó el modo de componer añadiendo a su discurso un nacionalismo radical. Elim Chan dirigió con energía. Controló el sonido de modo sobresaliente y mostró su capacidad para absorber y devolver al público la salvaje exposición de 'La adoración de la tierra'. Los fragmentos primitivos sonaron con exactitud, en las rupturas de la original métrica partida.

Chan marcó con anticipación y dotó al conjunto de una rotunda unidad, buscando en la danza, el culmen de la exaltación. La directora fue tejiendo la violencia de 'El sacrificio', con los ingredientes asimétricos y acentos irregulares. En el final explosivo, la orquesta mostró con claridad el momento feliz en el que está. La versión fue de las mejores que he escuchado de esta obra, que siempre merece la máxima atención.