Los colores de la música

De la felicidad mozartiana, pasamos a un Debussy, maduro y triste. Su sonata para flauta, arpa y viola, reunió a Ignacio de Nicolás, Marianne ten Voorde y Tamestit para transmitirnos una obra en la que se reconoce bien la original síntesis tímbrica del francés en cada intervención, surcada de pequeños motivos que no se resuelven, sino que parecen circular de modo contemplativo. Tamestit fue muy cuidadoso para conseguir un sonido impecable, bien equilibrado en el arpa y en la flauta. Debussy nos llegó cálido con esa sensación aromática, única que no ha tenido seguidores en la historia.

Cerró el concierto la 'Escena andaluza para piano, cuarteto de cuerda y viola solista', de Turina, en la que la pianista marcó el carácter inequívoco andaluz, a través de un evocador paisaje que dibuja una obra en la que el violista Tamestit, dejó detalles de músico destacado, que se apoya en un rico sonido y un sentido admirable de los recursos dinámicos tan esenciales en la expresión musical.