Una catedral colosal

Thierry Fischer, director titular de la OSCYL quiso dedicar su último concierto de la presente temporada a la Sinfonía nº 5 de Bruckner. Una de las más genuinas. Hoy día apreciada gracias a versiones como la que nuestro director cuajó.

Para explicar las virtudes de su versión hay que decir que es una sinfonía larga y que por ello, la primera de las virtudes fue que el tiempo pasó sin apenas respiro. La concentración fue máxima y además Fischer la planificó muy bien.

En el primer tiempo, aparece concentrada toda su esencia y es necesario destacar bien cada motivo que va a aparecer en cada uno de los tiempos siguientes y que solo se puede conseguir si se pone cuidado en mostrarlos con nitidez. En el comienzo, el adagio en 'pianísimo' fue creciendo sobre la base del 'pizzicato' de la cuerda hasta sonar espléndido en el primer 'tutti' de los metales. Con apenas dos notas se cimentó el tema central en el segundo movimiento antes de que la cuerda compacta y afinada expresara una de las melodías más apreciadas de esta sinfonía, llena de pequeños detalles, que fueron tomando forma en la agilidad del 'scherzo', alternados con un 'landler' que ya no dejaría de estar presente en la sinfonía .Todo cuajó en el extraordinario 'Finale' en el que la batuta de Fischer , construyó una catedral sonora, que fue posible por la claridad y equilibrio vertidos en los contrapuntos grandiosos . La doble fuga final, en la que los dos temas se escucharon perfectamente, desentraña el misterio y da luz a una obra monumental que fue largamente ovacionada por el público. Sobresalientes estuvieron todos los componentes, con mención especial para este director que ha llegado para poner en valor a esta orquesta, algo que veníamos demandando hace tiempo.