Secciones
Servicios
Destacamos
Suena una copla –y luego otra, y otra más– en este pequeño salón, de ventanas abiertas y balcón a La Rondilla, que es, todos los martes, a media tarde, local de ensayo para El Trío Caracol. Aquí, entre figuras apache, viejas máquinas de coser, un retrato pop de Audrey Hepburn y la biografía del Che se cuentan historias de marineros tatuados, de un rojo rojo clavel, de vividores que alguna vez dijeron que eran libres y de Francisco Alegre y olé.
«Ahora las vecinas están encantadas, no como cuando ensayábamos rock y punk», bromea Juanma Tordable (Valladolid, 1973), pianista de un trío que este viernes actúa en el Teatro Cervantes y que los tres próximos sábados ofrecerá recitales en el Teatro Soho Club, en la plaza de España de Madrid. Junto a él, Rodrigo J.Ruiz (violinista, vallisoletano del 86) y Víctor Cerezo (1984), actor y cantante de un grupo que nació de un ensayo imprevisto y de la voz tarareada de tantas madres.
«Yo, de entrada, es que soy muy folclórico. He crecido escuchando cómo mi madre se ponía a Rocío Jurado, a Isabel Pantoja», dice Víctor. «La mía cantaba todas las mañanas 'María de la O'. Era la banda sonora con la que me despertaba muchos días», añade Juanma. «Luego te alejas, estás a otras cosas, a otras músicas». Llega el rock, el rap, el ská. Y nadie quiere apoyarse en el quicio de la mancebía. Hasta que un día...
Víctor es actor. Se ha subido a escenarios con Teatro Corsario, Azar, La Quimera de Plástico, Pie Izquierdo, Libera, «etecé, etecé». Juanma empezó «de chavalín» con el piano en el Conservatorio. Le ha dado a la tecla con La Tregua, Tostones, La Linga, Seiskafés. En su caso, también hay mucho etecé. Ambos coincidieron en Puto Periodo, un grupo gamberro, cabaret punk, «en el que éramos un montón. Ocho o nueve, yo que sé, mogollón».
«El caso es que nos teníamos que vestir y maquillar. Y como éramos tantos, en lo que los demás acababan, Juanma y yo nos planteamos hacer una movida», cuenta Víctor. Él, que ya había recuperado la copla de la cuneta de sus olvidos, le hizo a Juanma una proposición muy decente:«¡Sácate 'El clavel'!». Y Juanma preparó los acordes para que Víctor cantara aquello de:«Me gusta ser libre, lo mismo que el viento». Porque en versos así está la clave.
«Siendo profe de campamento, coincidí con un caso de transexualidad de un niño pequeño. Y eso sirvió para que, en el grupo, pudiéramos reflexionar, para lanzar un mensaje de que todos somos iguales». Entre los chavales caló. «Pero luego, con los adultos, lo podemos llevar a una parte más sexual o emocional: da igual con quién me acuesto, de quién me enamoro. Y resulta, fíjate, que eso está muy presente en la copla. Si empiezas a leer, si te fijas en las letras, es increíble la cantidad de coplas que están cantadas de hombres a otros hombres, de mujeres a otras mujeres. La copla era lo más punk que había en España. ¡Qué listos fueron! Cómo, en unos momentos de dictadura, supieron cantar lo que quisieron». Y además, añade, «cantantes como Rocío Jurado o la Piquer se pueden ver como referentes feministas: eran mujeres que fumaban, que mandaban, que eran libres sexualmente, que exhibían pechuga y hablaban de masturbación». Hace tiempo que no siento nada al hacerlo contigo. «En aquella época, muchas fueron auténticas transgresoras», añade.
«Y luego había coplas con un mensaje por la superficie, el evidente, como ese marinero de 'Tatuaje' que se fue, un amor prohibido, pero que, bien leído, servía para hablar de todas aquellas víctimas de la represión franquista de las que sus familias y seres queridos no se pudieron despedir», tercia Rodrigo J. Ruiz, el tercer caracol. «Un día, en clase de teatro, en La Bien Pagá, Víctor se me acercó y me preguntó: 'Oye, ¿tú escuchas copla?' Y la verdad es que no mucho. Sí algo más de zarzuela. Pero copla...».
Rodrigo empezó con el violín cuando apenas tenía cuatro años. Y no por imposición familiar. «¡Qué va! Lo pedí yo. Mis padres me llevaban a conciertos y yo les decía, quiero tocar la guitarra pequeña. ¿La guitarra pequeña? No tenían muy claro a lo que me refería. Hasta que un día, por la calle, en un escaparate, les dije: 'Mira, eso'». Y eso era un violín. Se formó en el Conservatorio, vivió en Francia una temporada, coqueteó con el folk... hasta que la copla llegó para quedarse.
«Es un género tan rico en matices: tiene unos giros armónicos, unos juegos con semitonos (que comparte con el flamenco), unas respiraciones, unas células reconocibles, una cadencia española (cuatro acordes seguidos que caen) que la hacen muy atractiva», explican Juanma y Rodri, pisándose los turnos con pasión. Eso les ha permitido también acercar al género copla otros artistas que parecen situarse en el otro extremo del arco musical.
«Hacemos, por ejemplo, una versión de 'Ya no quiero ser yo', de La Polla Records». Canta Víctor: «Me he mirado en el espejo, y no me he reconocido en el extraño que se ve tras el cristal», su voz pespunteadas por los pellizquitos 'pizzicato' de Rodri en el violín.
«Al final, esto más que cantarlo hay que contarlo», dice Víctor, convencido de las enseñanzas de la soprano Consuelo Bravo, su profesora de canto. «Todos los grandes de la copla tenían su técnica al cantar. A mí me gustaría hacer los giros perfectos, los melismas de Rosalía o Rodrigo Cuevas... pero esto es contarlo».
¿Y el nombre? «El caracol es hermafrodita, pero necesita de otros caracoles para completarse. Esto enlazaba muy bien con ese mensaje de libertad que queremos lanzar. Pero además, están los caracolillos del pelo, que son también muy copleros», dicen con risas y entre canción y canción del ensayo. Suena 'Señora' en este saloncito de La Rondilla y el «cuando supe toda la verdad» se escapa por el balcón de un tercer piso hacia la calle.
Están en sudadera, vaqueros, camisetas. Lejos de la estética con la que se asoman a los escenarios. «La falda flamenca estaba clara desde el principio. Y la peineta punki también. Luego, para la parte de arriba, vimos unos picos en un 'chino', por cuatro euros, y nos los atamos. Y sí, negro, negro, negro», cuentan los integrantes de un grupo que se estrenó en una gala benéfica para Accem (la asociación que atiende a personas migrantes y refugiadas) y que ahora gira con espectáculos que mezclan música y teatro, como 'Las coplas con 'pank' saben mejor' o 'En amor a dos'. «Queremos reivindicar la libertad, la belleza de lo colectivo», dicen los caracoles, desde su concha coplera de La Rondilla.
Trío Caracol: 'En amor a dos'. Teatro Cervantes. Viernes 14 de enero. 20:30 horas. 18 euros (15 en venta anticipada).
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.