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Un concierto marino inundará el auditorio Miguel DelibesMúsica acuática sin Haendel, composiciones dedicadas al mar escritas en el quicio entre el XIX y el XX. Esa es la propuesta del maestro Thierry Fischer para el segundo programa de abono de la temporada de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Lo ... completa un concierto de chelo, el que compuso Henri Dutilleux para Rostropovich, titulado 'Todo un mundo lejano', en 1970.
Mundos lejanos, mundos ingrávidos de Ina Boyle, la discípula irlandesa de Vaughan Williams, de quien estrenarán en España 'Un poema del mar'. También una pincelada de 'El oro del Rin' de Wagner, 'Entrada de los dioses al Valhalla'. Por último los tres bocetos sinfónicos de Debussy que forman 'El mar'.
Escapa a las olas sonoras elegidas por Fischer, un director tan apreciado por su presencia en el podio como por la originalidad de sus programas, el concierto de Dutilleux. Debuta en Valladolid el chelista canadiense, afincado en Alemania, Jean-Guihen Queyras. Acaba de interpretar esta obra con la Orquesta Nacional y lo hace esta semana con la OSCyL. La grabó hace más de dos décadas y la vuelve a registrarla ahora con la Orquesta de Luxemburgo, dirigida por Gustavo Gimeno, disco que verá la luz a comienzos de 2024. «Dutilleux es un poeta de la música, amaba la poesía y en este caso trabaja sobre 'Las flores del mal', de Baudelaire. No es música programática, el texto es su inspiración, pero puede escucharse sin leer un verso del poemario», explica el solista.
«El compositor se apoya en la sensualidad de las palabras y nos lleva a un mundo lejano, que no existe, en un viaje misterioso. El concierto transmite con mucha delicadeza la sensación de ingravidez. Es una obra de colores y la instrumentación responde a la más pura tradición francesa, la misma de Debussy y Ravel».
El color orquestal francés combina y contrasta con «el sonido contundente ruso, ya que el concierto está compuesto para Rostropovich. La fuerza del sonido ruso y la delicadeza gala conforman una bonita combinación que exige gran virtuosismo. El chelo está presente en todo momento, es la columna vertebral del concierto y la orquesta resuena alrededor de él». Queyras toca un chelo de 1696 fabricado en Turín por Gioffredo Cappa. Alterna la música contemporánea con la antigua.
«Para mí no hay música antigua y nueva. La música expresa lo que somos como humanos, no importa si es del XVI del XVIII o del XXI. Todos sus grandes compositores nos hablan de lo que nos hace humanos. Me siento muy afortunado con este trabajo porque la especie humana es muy problemática –si miramos alrededor hay guerras, destruimos la naturaleza, y un largo etcétera– y sin embargo la música nos muestra lo mejor». Ha colaborado durante años con Pierre Boluez y con la Orquesta Barroca de Friburgo o la Akademie für Alte Musik de Berlín. Durante años ha tocado las sonatas de Bach con una compañía de danza contemporánea belga, «otra mezcla de creación contemporánea y música barroca».
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