Valladolid recupera un arpa parisina de 1820 de «incalculable valor»

Allí, y junto a un pianoforte de mesa Hosseschrueders (de 1840, aproximadamente), se ha instalado de nuevo esta arpa, construida por Pierre Challiot en París hacia 1820. El apellido Chaillot corría de boca en boca entre los parisinos con posibles de principios del siglo XIX. Pierre pertenecía a una saga de luthieres (tres generaciones), especializada en la fabricación de arpas. La firma se instauró en 1778, con el nombre de Antoine Challiot, el cabeza de familia. Sus hijos después, entre los que se encontraba Pierre, heredaron el negocio y la destreza del fabricante de instrumentos. Y luego continuó el nieto, Etienne.

El ejemplar vallisoletano fue fabricado allí, en París, hacia 1820. Posee ocho pedales. «Siete son para la graduación tonal y el octavo se emplea para activar los 'soupapes', que son las puertas traseras abatibles para producir efectos sonoros», explica Martínez, quien añade que el instrumento dispone de 42 cuerdas de tripa de oveja y seda natural entorchada en plata para los graves. Posee además una inscripción sobre el latón que dice: «Challiot Facteur de harpes. Rue S. Honore nº 338. París. N. 289».

«Es una pieza única y singular, ya que su mecánica es de acción simple o llamada de simple movimiento y, por tanto, anterior a la hegemonía del arpa de doble movimiento de Erard. Son muy escasos los ejemplares conservados y mucho menos en estado sonoro. Si a esto se le suma su hogar y propietario, hace que este peculiar instrumento musical sea una pieza de incalculable valor», indica el restaurador, quien ensalza además el lugar en el que está emplazado.

«Zorrilla era un gran orador que, a menudo, se acompañaba de música en sus actos recitativos», explica. El arpa y el pianoforte que la acompaña en la Casa Museo del escritor «son dos instrumentos ligados al romanticismo musical, que ambientaban las tertulias intelectuales que tenían lugar en salones de casas de elevada condición social. La existencia del salón de música y de sus instrumentos significaba pertenecer a la élite cultural del momento. Y el arpa era el instrumento más suntuoso y representativo en aquel momento, portentoso, elegante y de sonoridad exquisita».

«La restauración se ha llevado a cabo con absoluto rigor histórico, empleando los mismos materiales y técnicas que en su construcción original», apunta Martínez, quien ha devuelto al instrumento «todo su esplendor ornamental y sonoro». Y no ha sido fácil. En el pasado, buena parte de las pequeñas faltas en su decoración a base de pan de oro se resolvieron con un esmalte dorado que eliminaba por completo el brillo y el ornato original. «El esmalte ha sido cuidadosamente retirado, dejando al descubierto las faltas que han sido subsanadas con la misma técnica de dorado empleada en origen», cuenta el restaurador, quien ha conseguido recuperar un instrumento que se encontraba fuera de uso. «No era posible su afinación debido a la deformación del mueble y al arqueamienot de su barra o columna».

Valladolid ha acogido ya dos conciertos para celebrar la recuperación de unos instrumentos que todo apunta a que llegaron al museo como una donación de la viuda de Zorrilla, Juana Pacheco, tras la muerte del escritor. Esta donación está mejor documentada en el caso del pianoforte que del arpa.