Joaquín Díaz, en la exposición comisariada por él 'Fabricantes de tonadas'. Carlos Espeso

De la carreta al campanero, Joaquín Díaz recopila los ruidos de Valladolid

'Hacedores de sonidos' es el título de la conferencia que el etnógrafo ofrecerá este miércoles en el Círculo de Recreo

Victoria M. Niño

Valladolid

Martes, 3 de diciembre 2024, 13:45

Antes de ser 'estruendópolis', como JoaquínDíaz llamó a Valladolid, se distinguía en sus calles la afinación de las campanas o la siringa del afilador. El etnógrafo propone un recorrido ilustrado por los 'Hacedores de sonidos' este miércoles a las 19:30 h., en una conferencia ... en el Círculo de Recreo.

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Díaz ha clausurado recientemente la exposición 'Fabricantes de tonadas' en la Casa Revilla. De esas historias de lutieres, organeros, ebanistas y parcheadores, parten algunos de los ejemplos que podrán escucharse.

«Hablaré sobre las campanas, entre otros instrumentos, y su afinación. El fundidor tenía que ponerse al servicio de quienes iban a dar la nota. Hay un grabado en el que se ve al cura tocando el violín, se supone que dando un la, y otra persona con el martillo golpeando en lo que se llamaba el batidero de la lengua, es decir, donde daba el badajo», explica Joaquín. En realidad, el campanero era el encargado de afinar «si no daba el tono, había que llevar al fundidor para que rebajara el bronce».

Los afiladores han cambiado su siringa o chiflo que les acompañaba en bici o moto por otros ruidos enlatados desde que usan furgonetas. «Entonces se escuchaba su silbido y bajaban los niños con los cuchillos como si fueran a asesinar a alguien. Mostraré una foto de al colección de la familia de Luis del Hoyo, tomada en los soportales de Fuente Dorada donde se ve al afilador haciendo su trabajo y los niños pegados mirándole».

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Si tiene que citar algún sonido privativo de Valladolid, Díaz se queda con las peculiares ocarinas de Teófilo Esteban Arroyo que, cuando se jubiló de la joyería, comenzó a hacer estos instrumentos «aunque no le acompañaba el oído». Y aunque considera que hay más ruido hoy, «menos humano, más ajeno a la vida del hombre», reconoce que en plena Edad Media las ruedas de las carretas sobre los adoquines debían ser escandalosos.

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