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Esta semana Beatriz Blanco (Valladolid, 1987) está haciendo realidad en Galicia un sueño incubado durante una década. La chelista dirige el I Festival y Academia Ribeira Sacra que reúne a 20 alumnos y cinco profesionales. El fin de semana sonará el resultado en ... tres conciertos abiertos al público. Blanco vuelve a su ciudad natal para dirigir un concierto con la Camerata Clásica de Ponferrada el día 11, en el Museo Patio Herreriano, donde fundirán música y literatura en el programa 'La divina comedia (o la senda de Dante al paraíso)'.
«La idea del festival me rondaba desde hace diez años. Lo intenté en Valladolid pero, quizá porque aquí hay una oferta cultural grande, no encontré apoyos. Por fin ha coincidido todo: un lugar idílico, una zona en la que no hay ningún festival de música clásica y un público al que mostrársela. Se me abrieron todas las puertas», explica Blanco. «Nuestra intención es promocionar el aprendizaje por medio de la práctica, con ensayos abiertos y convivencia con los profesionales». Una veintena de alumnos de toda España, que han sido seleccionados por vídeo, son los destinatarios. El patrocinio privado –dos bodegas y una eléctrica– ha hecho posible esta convocatoria apoyada logísticamente por instituciones públicas.
Comprometida casi la siguiente edición, Beatriz disfruta del final feliz de su empeño aunque lamenta que entre la excelencia de cachés estratosféricos y «la miseria» apenas haya nada en la España musical. «Lo que duele cuando propones algo es que te digan que no hay dinero y luego ves que lo hay para otras cosas. Me parece indecente las cantidades desorbitadas destinadas a cachés de alguna gente, aunque lo valga. Solo hay eso o la miseria, nada en medio. Hay subvenciones a ciclos que cuentan con otros medios. Cuesta sacar cosas interesantes adelante y con gente igual de valiosa. Una carrera no solo la determina el talento, sino muchos otros factores. Otros países, como Suiza que tiene mucho dinero, se niegan a contratar a determinados solistas porque les parece indecente lo que piden. Empieza a parecerse al mundo del fútbol. En España no se fomenta la calidadsino algunos nombres, va cambiando pero aún hoy siento que a mí se me valora a veces más desde que estoy fuera», cuenta Beatriz que vive en Basilea.
El día 11 tiene parada en un escenario vallisoletano. Dentro de la programación de fiestas y organizado por Juventudes Musicales, ese concierto le hace especial ilusión. «Cuando iba al conservatorio conocí a David Bombín y Laura Nuñez, un poco mayores que yo, eran mis ídolos. Después crearon la Camerata Clásica de Ponferrada y hemos hablado muchas veces de hacer algo juntos. David me propuso dirigir como solista y de ahí nade este programa. Quería salirme del concierto clásico. Me apetecía romper las fronteras, incluir literatura, música y teatro. Quiero llevar al público a una estética más profunda».
Aunque se llame igual que la musa de Dante, no fue ta coincidencia la que le conectó con el clásico. «Un amigo actor me envió un día un texto y me dijo 'léelo, me he acordado de ti'. Lo leí y me enganchó, me lo imaginé, las tres secciones, las tres partes de la religión en la trinidad y en todos los órdenes de la vida». Este espectáculo fue concebido para «una iglesia católica, tiene la fuerza de introducir el folk judío en una iglesia. Hay lugares en el mundo donde aún no se permite. Al comienzo la música de Zorn y Bloch tiene mucho dolor implícito. Carl Philipp E. Bach es la búsqueda de la luz que no encuentra, duda, cae y renace. El paraíso es una historia de amor de Webern».
Montaña rusa
Hace un año que la vallisoletana es profesora de una universidad austriaca. «Fue un regalo, una plaza fija a dos horas en tren de Basilea. Me dan muchas facilidades para compatibilizarlo con mi agenda de conciertos. Me libré de las polémicas oposiciones en el Superior de Madrid, donde daba clase, y donde se producía la situación ridícula de tener que fichar siendo trabajadora temporal».
Si tiene que definir si está más cerca del infierno, el purgatorio o el paraíso dantesto, Blanco es rotunda: «Mi vida es una montaña rusa, no siempre es el paraíso. Ahora estoy más tranquila con mis convicciones que cuando era más joven. Pero si te dedicas al arte debe ser así. Alguna vez soy artista pero la mayor parte de los días hago trabajo sucio, a veces es una maravilla; a veces, un infierno. Conlleva un montón de dudas. Te preguntas si tiene sentido lo que haces, si vales para ello. Pero el momento en que funciona, que a veces no llega a ser sino un segundo, es magia. Te hace seguir intentándolo. Tengo la sensación de que ahora necesito más, quiero crear, plasmar mis ideas».
Nunca le ha tentado dirigir con la batuta. «Prefiero tocar, necesito sentir la vibración del instrumento. Sí me gusta liderar grupos desde el chelo, pero no desde el podio. Por otra lado la profesión es tan ancha que hay mucho más que tocar mi concierto e irme». Le gusta la música de cámara. «Disfruto todo, tocar a Elgar como solista es un subidón pero estás tu solo. Cuando tienes buenos compañeros en la cámara eres capaz de conectar y es muy bonita la sensación». Considera que en España la música va a mejor, «soy optimista. Solo falta que se empiecen a limpiar los procesos de selección y contratación, que se desbloquee y la gente no tenga que irse. Me encantaría venir más a menudo a tocar pero no depende de mí».
La cita del concierto es en el Patio Herreriano. Día 11, 20:00 h. Beatriz Blanco y la Camerata Clásica de Ponferrada.
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