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Joaquín Díaz, en la exposición que ha comisariado 'Fabricantes de tonadas'. Carlos Espeso

Los artesanos de la música de Valladolid

Joaquín Díaz reúne en la exposición 'Fabricantes de tonadas' de la Casa Revilla a los creadores de sonidos de dos siglos

Victoria M. Niño

Valladolid

Miércoles, 18 de septiembre 2024, 13:32

Urbano Jiménez tallaba badajos para los cencerros del ganado en Cervillego. El golpe de la pieza de encina contra el metal era el gps de cada rebaño. Ildefonso Sierra construía pararrayos, tubos acústicos para carruajes y campanillas eléctricas –predecesoras de los timbres– antes de que ... la electricidad circulara entre las casas de los vallisoletanos. Marcelino Soler, vecino de la Plaza San Juan, era profesor y fabricante de pianos, afinador y copista en el Teatro Lope de Vega. Son tres de la treintena de historias de 'Fabricantes de tonadas' que ha reunido Joaquín Díaz en la Casa Revilla. Hasta el 10 de noviembre allí se muestran cincuenta piezas que reflejan dos siglos de música de Valladolid, de 1750 a 1945.

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La considerada «peor canalla de cuantas hay», según el cronista portugués Tomé Pinheiro da Viega, la componían músicos, técnicos, luthieres, diletantes con afición al son, a la tonada, que señala Díaz.

Mientras Daniel Esteban o Ángel Velasco facturaron algunas de las dulzainas más importantes del lugar para acompañar bailes y fiestas, Paulino Fadrique 'Vitines', cazador admirado por Miguel Delibes, era un experto tallador de reclamos. La fiesta, la caza, también el templo demandaba su sonido. Joseph Bueno fabricó el clave de la Catedral de Valladolid en 1712, el más antiguo de España. El ebanista Quintín Rufiner estampó su sello en los órganos de varias iglesias a finales del XIX. Adolfo Barroso Zampa sorprendió al público local tocando en dos teclados, «mucho antes que Nacho Cano», bromea Joaquín Díaz.

No todo era construcción nueva, también había artesanos dedicados al taller, a la reposición de piezas como José Cetino, profesional de los parches de tambor y las carracas o Fabián García Delgado, fabricante de cuerdas. «No creo que a sus vecinos les hiciera ninguna gracia el olor de las hogueras necesarias para convertir las tripas de animales en cuerdas», recuerda el etnógrafo.

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Campaneros como Pedro Guerra sabían fundir y crear una seña de identidad para cada iglesia. Junto a la historia de los artesanos, las vitrinas centrales acogen un amplio repertorio de instrumentos que van desde el sonajero y las tejoletas hasta ocarinas, flautas y dulzainas. Partituras primorosamente copiadas a mano y fotografías completan la muestra que llena de música callada la sala de Revilla.

Acompañaron a Joaquín Díaz, Irene Carvajal, concejala de Cultura, y Pedro Ojeda, resposanble del programa Letra Heridos, de la Casa Revilla. Ojeda se felicitó por las sorprendentes propuestas de Díaz, «siempre nos ofrece una mirada nueva a su gran colección que preserva en Urueña». Por cierto que la Casona estará de obras en breve para la ampliación de la biblioteca que guarda más de 50.000 volúmenes. Cuatro meses llevará la intervención.

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