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Con 22 años sobre el escenario y nueve álbumes de estudio a su espalda, sin contar múltiples colaboraciones junto a otros artistas, el gallego Andrés Suárez regresa a Valladolid con 'Viaje de vida y vuelta', una gira de su último trabajo discográfico. Una gira con ... un giro; y es que el cantautor planea dar más de una sorpresa a sus incondicionales, entre reversiones de sus propios temas, apuestas entusiastas por alardes electrónicos y acercamientos 'unplugged' a sus temas más emocionales, en torno a un concierto de dos horas que se celebrará ete viernes 26 de abril en el Teatro Carrión.
«Pucela es una ciudad donde tengo familia, más que amigos», arranca Suárez, fiel a su ADN superlativo, intenso y que se esmera en cautivar sin llegar a engatusar. «Es nuestra intención repasar las canciones de los nueve discos, en un espectáculo donde pasaremos por todos los formatos; desde la banda y el montaje de luces hasta la intimidad en acústico».
El autor de '320 días (hace un año)' conjuga la pausa con la que acomete cada nuevo trabajo con la asunción de las normas de juego que imperan en el mercado actual: «Vivimos tiempos fugaces, veloces y ansiosos: todo tiene que ser revisado, es para ayer», enumera. «Por eso me apetece revestir las canciones, improvisamos, sacamos temas que no hemos cantado en directo hace años, y el público agradece que le sorprendamos». Para Suárez, «la creación requiere mas tiempo que la ejecución», y aunque admite verse «obligado» asume que la alternativa es «meterse en una cueva».
En este 'Viaje de vida y vuelta' Suárez rememora los tiempos del coronavirus, el confinamiento y la catarsis emocional colectiva que aquellos días imprimieron en la sociedad española: «Si después de la pandemia uno no es intenso, es para hacérselo mirar». En revisión de su propia vida, el cantautor se considera aún «aquel intenso, apasionado, acalorado y enamorado de su oficio». Con todo, tiene un mensaje para su Andrés de hace veinte años: «Le diría a mi yo pasado que le den igual las exigencias del público, el ánimo de agradar es peligrosísimo y lleva al insomnio».
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En lo que llama su disco «más vital», Suárez, hijo de enfermera y hermano de neumóloga, asevera que no pretende «recordarle a nadie aquellos días tan horribles». Antes bien, señala que entonces «había una suerte de esperanza esos días que quedó en no se sabe dónde». Por ello, hoy no le cuesta reconocer lo que disfruta «de un paseo con un amigo, de la familia o de la pareja».
Suárez tampoco es ajeno al cuestionamiento que existe hoy en la masculinidad dibujada en el arquetipo del cantautor: «Hay una suerte de estigma, un recuerdo añejo, desteñido y grisáceo», admite. «En una ocasión alguien llegó a sugerirme, en el país de Serrat, Sabina, Pedro Guerra o Rozalén; que no dijera que soy cantautor», añade. «Mucha gente sitúa bajo la etiqueta lógica de cantautor la imagen de un tipo aburrido, depresivo, triste y que echa humo contra las mujeres».
Suárez reitera una idea que ha hecho pública más veces; la música del cantautor, antaño trovador, fue durante mucho tiempo del pueblo, pero hoy es más plural. «Contar con la capacidad de tener la mente abierta para cantarle a todo el mundo, que en un concierto puedan ser bienvenidas gentes de todos los colores, y conocer la manera de no limitarse y no estar encasillado me parece la más profunda libertad», sentencia. Al fin y al cabo, zanja el músico, «¿no íbamos a salir mejores?»
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