Eliseo Parra, músico
«Antes a alguien que no cantaba no se le ocurría ser cantante, ahora sí»Secciones
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Eliseo Parra, músico
«Antes a alguien que no cantaba no se le ocurría ser cantante, ahora sí»Dice adiós a los escenarios con un disco, 'Diacrónico' que recoge sus canciones desde los sesenta. Eliseo Parra (Sardón de Duero, 1949) se «fue a hacer música a los 18» y ahora seguirá en ella de otra manera, le siguen gustando los discos, con sus ... libretos, su literatura de instrumentos, letras e historia.
–Joaquín Díaz se retiró pronto porque decía que no le coincidía la inspiración con la hora del concierto. ¿Usted disfruta más del público?
–El directo me da mucha vida. Los estudios están bien para grabar, pero los encuentro aburridos. Soy de directo, hay una corriente continua de energía entre el público y el artista y eso me ha dado la vida.
–Comenzó en el pop, le ofrecieron ir a Eurovisión y rechazó la invitación. Hoy es una puerta para entrar en el negocio y se pegan por ello aún sin demasiado interés musical. ¿Tanto ha cambiado el asunto?
–Ha cambiado el mundo entero. Antaño a una persona que no cantaba ni se le pasaba por la cabeza ser cantante y ahora sí. Por cierto, por dos veces me ofrecieron ir a Eurovisión. En la primera dije que o iba con una canción mía o no iba. La segunda, dije que tenía cuarenta años y me veía mayor. A la gente le gusta la fama, con lo molesta que es. Cuanto menos sabe alguien, parece más atractivo. Es un fenómeno que habría que estudiar. La ignorancia crece a ritmo aceleradísimo.
–¿Cuando se cambia su interés por Little Richard al de Pete Seeger?
–Pasé por el rock, me parece la música idónea para un joven que tiene energía y se disfruta mucho. Luego, ya que tocaba la batería, quise aprender mejor mi instrumento. Me metí con el jazz en Barcelona, pero es una música extraña a la gente. Íbamos a tocar a los entoldados en las fiestas de los pueblos de Cataluña y veías a la gente con un interrogante sobre la cabeza. A mí me gusta hacer disfrutar a la gente, entonces no lo sabía. Luego en la sala me lo pasé pipa. Tuve suerte de aprender con un cubano, con Pedrito Díaz, en la Escuela de Música de Vallvidriera. Me gusta mucho bailar, entonces bailaba y cantaba. Por un lado conocí por un lado a Agapito Marazuela, en mi grupo también hacíamos jotas, pasodobles, sevillanas. La Platería y la Sardineta salimos del salón Diana. Fuimos a tocar a tocar a Valladolid, a la Pérgola en las Ferias de 1978 y después a Portillo. Conocí a Agapito y al mismo tiempo grabé conMaría del Mar Bonet un disco de canciones tradicionales mallorquinas. Aquello fue un descubrimiento, ver a Agapito te cambia la vida. Ya era mayor pero enseguida cogía el almirez o la pandereta y cantaba. Con Bonet vi la belleza de las melodías tradicionales y pasé de adorar a Paul McCartney a Agapito. Cuando en 1983 me fui a Madrid tenía la idea de hacer trabajo de campo y conocí a José Manuel Fraile Gil, que llevaba toda la vida en ello. La década de los noventa la pasé viajando por España grabando a las mujeres. Son las depositarias naturales de la música tradicional, las que se acuerdan de todo, de las nanas, las canciones infantiles, las de quintos. Y dije: «aquí me quedo».Descubrí la música nuestra y me cambió la vida.
–Y dejó el rock y la salsa.
–El rock estuvo muy bien, pero no iba a hacer canciones como las de Lennon y McCartney. En cuanto a la música de sala, igual. Cuando vino la Fania All-Stars a Barcelona nos enganchó a todos. Pero ellos hacen salsa como el comer, tú estudias y no suena igual. Así que probé la jota, que era lo mío. Inicié la búsqueda de lo auténtico, salir al escenario dando la cara con lo mío. Decidí que era el momento, quizá no sería el mejor, pero como lo hago yo no lo hará nadie.
–¿Que le enseñó la gente?
–Lo que más me ha quedado y enseñado a ser como soy, a saber de dónde vengo y qué es mi país y su gente, ha sido el hablar con las personas más que las canciones, los romances y los cuentos. Ha sido estar en sus cocinas, que te hablaran de cuándo se hacían esas manifestaciones musicales. No se puede vivir sin música, he llegado a esa conclusión, por eso hay un gigantesco repertorio popular que se cantaba para todo.
–Batería, panderos ¿siempre ha estado ligado a la percusión?
–La batería la dejé en 1983. Hicimos una gira por Estados Unidos siempre con la batería a cuestas, y el laúd, que fue lo primero que toqué en el Instituto Zorrilla y lo que nunca he dejado. Cuando volví, decidí que la batería era un coñazo, demasiados trastos. Aun toqué unos años más pero ya había hecho percusión latina y cuando cantaba salsa tenía maracas, cencerros y otras cosas, fue por ver a las señoras. El pandero cuadrado lo vi por primera vez en Peñaranda y me quedé pasmado. Esas señoras vestidas de negro son las auténticas pandereteras, con pañuelo, con unos aros de oro y gargantilla, regalo de cuando se casaban. Además de tocar hay que cantar, lo que hacían me sonaba ancestral, africano. No les podía preguntar, ellas no sabían de compases. Solo les pedía que lo hicieran más lento para aprender, pero lo hacían igual. Através de las grabaciones y escuchándolas un montón de veces, le pillé los ritmos. Muchísimas veces grabando me planteaba, yo me gano la vida con esto y ellas me dan cien vueltas. Ellas cantan por gusto y cuando lo hacen, lo hacen muy bien, porque sienten que tiene que hacerlo bien. No como ahora que todos son cantantes.
–¿El ritmo y la melodía son los cimientos de la música popular?
–Sí, la voz es lo principal. Ellas no practican por separado; cantan, la voz es lo primero, y el pandero, el instrumento, es el acompañamiento. Sin cante no hay nada.
–Ha tenido grupo, ha cantado solo, luego músicos para los conciertos ¿eso le ha permitido ser más libre para experimentar?
–Vengo de época, los sesenta donde los grupos eran siempre los mismos, los Beatles, los Rolling, los Kinks. Entonces formaba parte de Mi Generación, grabamos un disco en 1971. Lo pasé divinamente. Luego toqué para otros. Cuando me vine a Madrid vuelvo a montar grupo a raíz de 'Tribus hispanas' porque tuvo mucha repercusión. Me ha durado más de veinte años. Los mismos músicos me han seguido fielmente, son grandes profesionales que tocan con Rosario, Pasión Vega, Manolo García. Cuando les llamo vienen porque lo pasan bien y les gusta mi repertorio. He estado solo pocas veces. Alguna vez me han llamado con repertorio tradicional, el baile lo armaba una señora con la pandereta o el rabel. Es la que hace el baile, ella solita, como mucho dos. La música tradicional tiene valor intrínseco indiscutible, lo acompañes con una sinfónica o con un grupo, eso es aparte.
–¿Le gusta el neofolk de Rodrigo Cuevas, Baiuca, Dulzaro?
–Mientras se haga bien y con respeto me parece bien. Les digo a los jóvenes que respeten el ritmo, la melodía y si pueden cantar bien, mejor. Todo lo que sea poner en valor estas cosas, me parece bien. Se puede vestir de otra manera, el éxito de Rodrigo será por algo, quizá la puesta en escena esté dentro de una estética que funciona hoy muy bien.
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