
Todo lo que quiso saber sobre el rock australiano
Manuel Beteta reivindica en ‘El año que matamos a Skippy’ las bandas, sellos y discos que dieron personalidad propia a la escena 'aussie' a partir de 1977
kote isturiz
Lunes, 15 de mayo 2017, 20:17
Escribir un libro sobre rock australiano y no dedicar ni una página a AC/DC tiene su mérito, hay que reconocerlo. Pero El año que matamos a Skippy no es un catálogo de bandas surgidas en las antípodas, ni siquiera una retrospectiva histórica del género por aquellas tierras. Manuel Beteta lo deja bien claro en el subtítulo de su libro: Un recorrido por el high-energy, punk, garage y power-pop australiano. Así que, acotado el terreno y los estilos, olvidemos la banda de los hermanos Young y centrémonos.
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Año 1976: Los Ramones ya han publicado su primer disco y el punk británico está a punto de estallar. Mal que le pese a la chovinista prensa musical inglesa, los australianos The Saints se adelantan a Sex Pistols, Clash y Damned en plastificar sus exabruptos sonoros. El single Im Stranded, publicado en septiembre, supone el primer chispazo de la tormenta eléctrica que se avecina. Le sigue en octubre el EP Burn My Eye de los todavía más influyentes Radio Birdman. Al año siguiente ambos editan sus primeros elepés. Según Beteta «Radio Birdman fue el punto de ignición del estallido del rock australiano en 1977. Hay que situarse en ese año, cuando el rock duro, los pantalones de campana, los solos de batería de veinte minutos, la música progresiva y la música disco campaban a sus anchas. De pronto aparecen cinco jóvenes reivindicando el high-energy de la escena de Detroit de finales de los sesenta y revolucionan Sídney con sus inmaculados discos y sus nucleares conciertos, los cuales cerraban con brutales versiones de The Stooges y 13th Floor Elevators». Con ellos, un rock puramente aussie comienza a despegar: «La juventud australiana abandonó el servilismo musical hacia Estados Unidos e Inglaterra y comenzó a desarrollar su propia identidad».
En los 80 florecen los sellos independientes, desde Sídney y Melbourne principalmente, que van lanzando bandas de estilos diversos, pero con el denominador común de no ser copias angloamericanas. El desprecio de la prensa británica y la dificultad del asalto al, a menudo indiferente, mercado americano convirtieron Europa (Alemania, Francia, España) en la meca de muchos músicos australianos durante los años 80 y 90. No hablamos de ventas millonarias, sino más bien de una escena underground incluso en su propio país. Salvo contados casos de cierto éxito comercial (los imprescindibles Hoodoo Gurus, por ejemplo), la mayoría de los grupos han tenido que conformarse con el reconocimiento de la crítica especializada (y ni siquiera en la medida que debieran). En definitiva, una escena infravalorada que Manuel Beteta reivindica con pasión en este libro, que incluye nada menos que cien discos trascendentales para abrir boca. «Estuve tentado de incluir 150 discos pero la editorial me hizo disminuir el número por motivos prácticos y de espacio».
¿Y cómo hincar el diente a estos canguros hirsutos? Para los no iniciados, el autor recomienda desayunarse con los ya mencionados Radio Birdman, vivitos y coleando a día de hoy, como se pudo comprobar el pasado junio en el Azkena Rock Festival de Vitoria, donde descargaron un rabioso show. (Ahora se preparan para un gira australiana junto a otros clásicos, Died Pretty). Pero hay más: «Un error habitual es considerar a The New Christs como una extensión de Radio Birdman por aquello de compartir vocalista: Rob Younger dice Beteta. El discurso de The New Christs es mucho más amplio y es fácil encontrar giros, recursos y estructuras musicales inexistentes en Radio Birdman. Asteroid B-612 fue la última gran banda que salió de Australia. Su discografía es impecable y estaban liderados por Johnny Casino y Stewart Cunningham, dos guitarristas perfectos y dos escritores excepcionales. Finalmente me gustaría que se fijase la atención en los Cosmic Psychos. Impresiona ese sonido tan compacto y reverberado hecho tan solo por tres gañanes con sobredosis de cerveza. Ellos son los responsables de Go The Hack, uno de los tres mejores discos de punk salidos de Australia. No es de extrañar que cuando aterrizaron en Seattle en plena explosión grunge fueran adoptados por todo ese ejército de desarrapados: sí, eran de los suyos».
Seis recomendados
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Beteta nos selecciona seis rodajas esenciales de rock australiano «De high-energy repleto a partes iguales de mala baba y potencia a escape libre, Radios Appear, de Radio Birdman y Distemper, de The New Christs. De punk, Go The Hack, de los Cosmic Psychos. Con su aplastante ordinariez, una patada al buen gusto del rock&roll. De garage, Fat, Drunk And Stupid, de The Crusaders, nadie puede hacer sombra a este ejercicio de garage sesentero, una apisonadora de fuzz chatarrero. Si alguien quiere comprobar cómo el power-pop puede cambiar la vida, es obligada la adquisición de Fast Swimming, de los Egos. Y un disco rebosante de adrenalina y original, Battlesick, de The Mark of Cain
Y, por último, Beteta define la esencia de esta música: «A la primera escucha es fácil comprobar que el rock australiano está hecho desde las entrañas, ajeno a modas. Son bandas hechas de otra pasta, con mucho bagaje, muy rodadas y sin ningún accesorio musical secundario. Todo el grano. Es una actitud positiva cuya meta es encabronar al público pero también divertirse sobre el escenario. Un matiz importante es que todas las grandes ciudades australianas están en la costa. El surf es parte de su cultura y siempre hay un ligero barniz de música surf en el rock australiano. Esta particularidad es principalmente palpable en el power-pop, en bandas como The Chevelles. El rock australiano es música campechana sin ninguna pretensión intelectual: solo será buena si puede acompañar a una cerveza bien fría».
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