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Victoria M. Niño
Sábado, 17 de septiembre 2016, 19:05
Cuatro años después de su muerte sonará la última obra de Luis de los Cobos. El Pinar perdido será estrenada el día 13 de octubre en el Teatro Calderón, con José Luis Temes al frente de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Completará el programa la Nana del Campo Grande, para violín y piano, que será interpretada por el hijo del compositor vallisoletano, el pianista Sergio de los Cobos.
Valladolid salda así su deuda con el que fuera su embajador en Suiza, donde residía Luis de los Cobos. Su sinfonía póstuma surgió a pesar de su compositor, cuando ya había dejado de escribir música, y le salió en una escritura impropia de él, en el lenguaje serial del que tanto había renegado. «Hablaba de ella como si alguien se la dictara por la noche, mientras dormía, y se despertaba ansioso por escribir lo que tenía en la cabeza», dice José Luis Temes, que siguió de cerca la gestación de la obra.
Quien alimentara su obra de referencias literarias en varias ocasiones, compuso su última sinfonía inspirado en el episodio que marcó su infancia, su vida. Luis de los Cobos había dejado Valladolid en 1952 para estudiar dirección tras constatar que sus premios extraordinarios en la licenciatura de Derecho y en el doctorado de poco le servían sin el certificado de adhesión al régimen que le negaban por los antecedentes familiares. Su padre fue detenido en la casa familiar del Pinar de Antequera y fusilado, cuando el entonces Luis niño tenía nueve años. De los Cobos se ganó la vida como traductor de la OIT en Ginebra y volvió varias veces de visita a su ciudad. En 2009 Valladolid le rindió homenaje con un concierto monográfico de su obra a cargo de la OSCyL en el Miguel Delibes. Fue en esos días cuando, con 83 años, quiso volver al lugar de aquellos hechos, a ese bosque donde se truncó su familia. Del reencuentro surge su «réquiem orquestal», que pensó en titular Nunca más. Fue su amigo Temes quien le hizo ver que era un lema relacionado con el triste episodio del Prestige. Acabó por llamarse El Pinar perdido en alusión a tres pinares, el toponímico, el nombre de la casa familiar también era El Pinar, y el guiño a La arboleda perdida, de Alberti.
«Que nadie espere melodías nostálgicas, es un obra intensa, compleja y dura», advierte Temes, que durante un año recompuso el puzle que De los Cobos había dejado en dos ordenadores, el de su casa y el que se llevaba a sus estancias en el hospital. «Esta obra se convirtió en una obsesión patológica para él. Escribió una primera versión, de la que luego renegó, y redujo el tiempo, pues pasaba de los 60 minutos. Al final se quedó en unos 45 minutos. Su trabajo estaba en siete bloques divididos en dos ordenadores», explica Temes. El entonces gerente del auditorio Miguel Delibes y la OSCyL, Félix Alcaraz, confió al maestro la reconstrucción de esa obra para su posterior estreno y hasta ahora no ha habido ocasión.
Los cuatro movimientos de la sinfonía están relacionados con el Pinar de Antequera. El primero, la aproximación al lugar, se llama Olor a piña. El segundo es Sueño de mariposas, porque cuando se llevaron a su padre era junio y estaba el pinar lleno de ellas. «Este movimiento es un réquiem a las víctimas de la guerra pero curiosamente elige la forma de un scherzo», apunta Temes. El tercero es Coral del tomillo muerto, cuando ya esta hierba está agostada y seca y, al final, Desde la otra orilla «es una mirada al lugar mientras se aleja, se siente mayor».
La dedicatoria de la sinfonía reza: «En recuerdo de aquel Valladolid de mi infancia, que marcó mi vida para siempre».
El concierto del día 13 de octubre se completará con otra obra del compositor, la Nana del Campo Grande, para violín y piano. Sergio de los Cobos, uno de los dos hijos del compositor, es pianista residente en Estados Unidos y será quien suba al escenario a interpretar una de las pocas composiciones de su padre para piano.
Admirador de Shostakovich, discípulo de Ansermet, Luis de los Cobos fue componiendo el medio centenar de obras de su catálogo durante su vida en Ginebra. Traductor de inglés, alemán y francés, en casa hablaba ruso porque su esposa era de esa nacionalidad. Hombre cartesiano y melancólico, no tuvo fortuna a la hora de exponer su obra al público. En 1998, 40 años después de su composición, el teatro Carrión acogió el estreno de la sinfonía Cursus vitae, a cargo de la OSCyL y dentro del II Ciclo de Música Española Contemporánea, iniciativa de la UVA. Un año después el público rumano era el primero en escuchar la cuarta ópera del vallisoletano, La encarnación del deseo.
De los Cobos, que conoció como estudiante la vida musical de Roma, Salzburgo o París, defendió siempre a los maestros clásicos, a la vez que lanzaba la siguiente reflexión: «Disfruto mucho con Bach o Mozart, son la expresión de la cultura de su tiempo. ¿Quién representa al nuestro?».
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