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Lunes, 15 de agosto 2016, 11:19
Paciencia y tesón marcan la vida de Vicente Goicoechea, el compositor y maestro de capilla de la Catedral de Valladolid. En el año del centenario de su muerte la Universidad y su Coro preparan un congreso para el mes de octubre. Aunque su nombre pueda resultar poco conocido, hay cientos de vallisoletanos que acuden a la procesión del Cristo de la Luz cada Jueves Santo para escuchar dos obras corales que firmó el músico alavés, el Christus factus est y el Miserere.
Vicente Goicoechea (Aramayona, Álava 1854-Valladolid, 1916) sintió una temprana vocación sacerdotal y musical, «era común entre los compositores de esa época que ambas fueran unidas», aclara el estudioso del personaje Óscar Candendo, pero su padre tenía otros planes para él. Tras morir el primogénito, era el único varón de su familia y le enviaron a Valladolid a estudiar Leyes. Vicente Goicoechea se hizo notario y «su vida musical quedó supeditada a los deseos de su familia hasta que murió el progenitor». Con 34 años solicita ingresar como alumno externo en el seminario de Álava, pero le niegan el permiso, y acaba ingresando en el de Valladolid. Antes de terminar sus estudios, queda vacante el puesto de maestro de capilla de la seo vallisoletana, oposita y gana. Compositor de formación poco sistemática, destacó, sin embargo, entre los aspirantes por la creatividad de su escritura musical.
Revisar la interpretación
Óscar Candendo, organista y musicólogo, se interesó por el alavés cuando le habló de él otro maestro de capilla, el de San Sebastián, José María Zapirain. «De él dependía también el seminario, donde daba clases Julio Valdés, compositor y sobrino de Vicente Goicoechea». Y a este compositor está dedicando su tesis.
Con los mimbres de una dedicación tardía y una formación heterodoxa, Goicoechea se convirtió en el maestro de una generación de compositores españoles preocupados por la decadencia de la música coral sacra y en precursor de lo que luego fijaría Pío X en su documento Motu Propio, «uno de los más determinantes para la música religiosa», aclara Candendo.
María Antonio Virgili, catedrática de Musicología de la UVA, ha abordado en distintos trabajos la reforma de la música religiosa a finales del XIX. «Desde las últimas décadas del XVIII la música en la Iglesia se había profanado, acercado a la ópera, a veces incluso la interpretaban las mismas voces que en el teatro, se cantaba todo en un estilo romántico, italianizante». Por otra parte, Virgili destaca el interés del compositor por continuar la enseñanza musical en el seminario, tras el desierto que supuso la Desamortización.
Candendo ha comprobado cómo Goicoecha se adelanta a las indicaciones del Papa Pío X en su documento de 1903, y desde 1900, el compositor escribe música coral, sin orquesta, solo con el acompañamiento del órgano, música que enlaza con la polifonía clásica del XVI Palestrina, Victoria restaura el canto gregoriano. Por todo ello se el considera precursor de esa generación que les llamó del Motu Propio, en la que estaba Otaño, Pedrell, Hilarión Eslava. Más o menos todos ellos nacen en el último cuarto del XIX, mientras que Goicoechea es de 1854».
Ese puente que establece con la era dorada de la polifonía sacra es destacada por los cantores. «Es como traer a nuestro tiempo la traición del gregoriano, la de Victoria, pero con el lenguaje del XIX», dice Ismael Escudero, burgalés miembro del coro de la UVA. «Llevo 28 años cantando en coros, aunque soy musicólogo, lo que más me gusta es cantar. Entre los coros amateurs es común la pregunta de si haces o no renacimiento. Cantar algo de Tomás Luis de Victoria siempre gusta, todos los coros tienen una pieza sencilla de él. A veces se atreven con Guerrero y Morales. Cuando conocí la música de Vicente Goicoechea la primera vez me enfadé porque había ganado la oposición a la capilla de Valladolid a Federico Olmeda, que en Burgos es Dios. Me fastidió pero luego, cuando empecé a cantarlo, me transformó. Era el mejor componiendo, es impecable, fabuloso».
Escudero coincide con los directores de coros que repiten «si Goicochea fuera alemán lo cantaría todo el mundo. Es una música que te hace sentir importante cantando».
Pentagramas impredecibles
Su compañera de coro Angélica Tebar destaca desde su experiencia más corta que «en Goicoechea todo impredecible, se mezclan las voces, es cómodo de cantar. Su música tiene una espontaneidad mágica. Baste como ejemplo el Miserere, cada pieza es una joya». El coro de la UVA, que dirige Marcos Castán, ha sido fiel a este maestro y suele incluirlo en sus conciertos. En 2004 grabaron junto al coro Araba de Vitoria-Gasteizun un disco monográfico que celebró el 150 aniversario de su nacimiento. Candendo ha catalogado la obra de Goicoechea. «En total hay 105 trabajos, escritos en 25 años. Pueden dividirse en dos etapas. Una primera desde 1890 a 1900, en la que escribe correctamente pero aún no tiene une estilo personal. Por su cargo, debe componer para el culto y esta década es un tiempo de maduración de su lenguaje musical. Se nota la influencia de Gorriti y de Gounod. Y una segunda etapa de 1900 a 1915, esas obas son las que él reconoce como suyas, porque son las que se adecuan a los preceptos de Pío X. Hay una docena de obras excepcionales».
Goicoechea se vio aquejado pronto de tuberculosis, enfermedad que le causó la muerte. Candendo está intentado publicar una antología d su catálogo antes de final de año. «La Orquesta de Euskadi ha incluido obras suyas en un programa de la próxima temporada, para abril».
El congreso
Los días 28 y 29 de octubre el Colegio Mayor de Santa Cruz acogerá el congreso Vicente Goicoechea Errasti y la música religiosa de la época. Dos mesas redondas, una sobre la personalidad del compositor y otra sobre su obra, concitarán a expertos como el también maestro de capilla de a misma catedral Pedro Aizpurúa, Pilar Alén, profesora de la Universidad de Santiago de Compostela, Óscar Candendo, profesor de la ESMUC, Marcos Castán, director del Coro de la UVA, Victoria Cavia, de la Universidad de Valladolid, Berta Moreno, del Conservatorio Superior de Navarra, María Nagore, de la Complutense, Iván Nómick, de la Universidad Paul Valéty (Montepèlier), Angelines Porres, Sabin Salaberri y María Antonia Virgili, presidenta de la AMU.
Junto a las exposiciones y debates dialécticos, el sábado por la mañana, Castán propone un taller coral. Previamente se enviará a los inscritos las partituras sobre las que se trabajará, y en el taller se montarán las voces en la interpretación conjunta. La manera en la que debía ser cantada la música sacra en el XIX sin los vicios de otros estilos centrará el taller.
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