Esperábamos más

La Orquesta Sinfónica de Bilbao es una de las veteranas de nuestro país y como tal, su visita siempre es acogida con cierta expectativa.

Bajo la batuta de Paul Mann, escuchamos, una vez más, la obertura de 'Los esclavos felices', de Arriaga, ese malogrado talento que nos dejó con apenas 20 años. La frescura de su escritura quedó patente en la versión de Mann, que no buscó sino dejar que la música fluyera de modo natural.

La pianista Marta Zabaleta se enfrentó al 'Concierto nº 9', de Mozart. Lleno de atrevimientos y contrastes, tiene en su andantino una joya y en ella fue donde la pianista vertió sus mejores cualidades. Tal vez la pulsación no obtuvo ese sonido grácil y puro que siempre se espera, pero fue una versión que trató de acercarse al ideal perseguido por el autor, lejos ya del estilo galante. La Orquesta cumplió a la espera de la 'Sinfonía del Nuevo mundo', de Dvorák. La obra es tan conocida y venerada, que es difícil no encontrar momentos para su disfrute, pero también está expuesta a inevitables comparaciones. Y la versión de esta semana no pasará a formar parte de nuestra memoria. Paul Mann no encontró nunca el pulso adecuado. Tampoco se percibió plan alguno en las anticipaciones de los momentos importantes. Las líneas no fueron claras y aunque la cuerda sonó bastante ajustada, los metales no tuvieron su mejor día. Mann no sacó partido de las dinámicas ni destacó especialmente los momentos líricos, más allá del famoso tema del corno inglés al que todos nos rendimos. La sinfonía es tan grande que la conexión con el público fue muy fácil, aunque la impresión general fue la de encontrarnos ante una orquesta con oficio a la que no se le exigió mucho más desde el podio. Los aplausos generalizados hicieron que Mann nos regalara fuera de programa la 'Danza húngara en sol menor', de Brahms, en la que quedaron patentes todos los síntomas anteriores.