Irse yugoslavo, volver serbio

Las películas de Kusturica popularizaron la música balcánica, un folk cíngaro que contaba entre sus instrumentos con la tambura. Esa prima de la bandurria, que tiene familia tanto en el Este europeo como en la India, era la afición del físico Slavic. El científico de Belgrado quiso que sus hijos tuvieran formación musical y Nebojsa terminó por dedicarse al contrabajo. Oviedo y Tenerife fueron paradas en el camino que le trajo a Valladolid a comienzos del nuevo milenio.

Nebojsa también descubrió la satisfacciones de la música en un grupo folk, tocando la guitarra. Y a partir de los ocho años compaginó la vida bohemia de su banda con la disciplina del conservatorio. Allí le esperaba el piano, como a su hermana, pero a los 13 años quiso cambiar. Por constitución, le prescribieron contrabajo o tuba. Se quedó con el primero y hasta hoy. No pensó en ser profesional, pero a medida que pasaban los cursos, se lo iba tomando más en serio. «Vas dejando, casi sin darte cuenta, otras cosas. Yo hacía atletismo, pero no podía ser todo». Guitarra en el tiempo libre, contrabajo en las horas de estudio, esta pareja sonora reaparecerá más tarde en su vida, al igual que las carreras.

«Cuando acabé el Conservatorio, podía tener plaza fija en Belgrado, en la RTV. Pero apareció la vida ante mis ojos, en casa de mis padres, que era lo normal, toda la vida en mi país. Y quise probar. Tiene que haber mas, me decía. Quería aprender más música y más de la vida y me fui a Nueva York. En una gira del grupo folk toqué para el profesor Homr Mensch y volví al año siguiente a sus clases». Nebojsa se fue pocos meses antes de comenzar la guerra que disolvió Yugoslavia. Un problema en la vista le eximió del servicio militar. Así que salió yugoslavo y volvió dos años después a ver a su familia ya serbio. «Aún hoy me cuesta decirlo, me sale decir que soy yugoslavo». Con familia en Bosnia y Montenegro, las nuevas fronteras no sortean la natural mezcla. El Nobel serbio Ivo Andric nació en la Bosnia del Imperio Austrohúngaro, estudió en la croata Zagreb y vivió en Belgrado. Su famoso puente sobre el río Drina une las dos orillas de Visegrad (Bosnia). Esa novela era lectura obligada para la generación de Slavic en el bachillerato. Goran Bregovic, el conocido compositor de la bandas sonoras de Kusturica, nació en Sarajevo y conquistó Belgrado con su banda. «Era muy popular como rockero», dice Nebojsa. El propio Kusturica también nació en Sarajevo y está ayudando a un pueblo serbio que ha rehabilitado con materiales y trabajadores locales. «Es un proyecto muy interesante y muy bonito de ver».

El ya ex yugoslavo Nebojsa pasó cuatro años en Estados Unidos, un emigrante más como los de La otra América, de Paskaljevic, director «sobrevalorado a veces aquí», dice refiriéndose a su cosecha continua en la Seminci. «Me gustan mucho algunas de sus películas pero la última no me pareció tan buena».

Estudiaba y trabajaba en Nueva York. «No es tan fácil como parece lo de ser camarero o pinche allí, siempre te piden experiencia y yo carecía de ella. Trabajé en la Escuela, di clases, fui acomodador en una sala de conciertos y de vez en cuando hacía bolos». Vivió la guerra de lejos, «aunque estaba relativamente tranquilo porque no había ataques en Belgrado. Luego en 1998 durante la guerra de Kosovo, fue peor porque ahí sí hubo ataques contra civiles. Fueron dos meses duros».

Tocó con la New Jersey State Opera y The Lyrich Teather Orchestra eventualmente. «Estaba buscando trabajo y una amiga me habló de una prueba en España. Decidí probar en Oviedo. Como los vuelos internacionales de Serbia estaban embargados, cogí un autobús hasta Timisoara (Rumanía), sin asiento asignado un montón de horas para tomar un vuelo barato a Madrid. No conseguí la plaza. Estaba desilusionado, sin dinero, solo tenía el billete para Madrid en autobús y un dólar cuando unos amigos que tocaban en La Coruña se empeñaron en que fuera con ellos y tocara para Víctor Pablo Pérez, entonces titular en Galicia y Tenerife. Un mes después me llamaron para hacer media temporada en Tenerife. Luego estuve cuatro temporadas en Oviedo y después aquí».

Este amante del humor anglosajón, con Margaret Atwood y Julian Barnes entre sus autores favoritos, se estableció en Valladolid. Aquí ha desarrollado su habilidad culinaria, especializándose en comida india. «Me gusta mucho desde que estuve allí». A veces prepara el típico plato serbio «que de forma parecida se hace en otros países de la zona: repollo fermentado relleno de ternera». Tiene localizada en Madrid tienda de especias indias, y en la Plaza Circular, la de productos de su zona.

Ejerció de profesor dos años en el proyecto In Crescendo, «aprendí yo más de ellos que ellos de mí, creo». Y retomó la relación con su instrumento primigenio, la guitarra. Con el guitarrista Eduardo Pascual formó el dúo Nachschlag (mordente, en alemán, un adorno sonoro cuya notación es parecida al sombrero de la ñ). «Estamos explorando el repertorio de Mario Belotti. Tocamos cosas de Anette Kruisbrinr, que compone para guitarra y contrabajo. También alguna suite d Reinhold Gliere, hacemos una transcripción de una sonata original para violín y chelo. Los colores de ambos instrumentos combinan bien».

Con un rostro casi tan curtido y anguloso como el de su admirado Kundera, ahora está inmerso en el universo de Murakami. «Cuando cojo a un autor, me gusta leerlo todo». Otro de los placeres recuperados en España, el atletismo. Según Runedia, Slavic tiene una marca de 1,58 para la media maratón (pasado septiembre). «Me gusta el ambiente de compañerismo que se respira en las carreras populares», dice Nebojsa, que el último verano fue a una isla croata de vacaciones, al mar de su infancia.