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El mundo de la música arropa a Joaquín Díaz en un emotivo homenaje

El mundo de la música arropa a Joaquín Díaz en un emotivo homenaje

Un concierto en el Teatro Zorrilla de músicos y amigos como Amancio Prada, Kepa Junquera, Carlos Núñez o Marina Rossell, entre otros, cierra la trilogía que recorre su vida artística

Alfredo Gómez

Sábado, 8 de noviembre 2014, 10:46

La música tradicional es un lenguaje universal. Por preservarla, guardarla en la memoria, difundirla a lo largo de cincuenta años y por haberse convertido en el paradigma de la discreción, la excelencia y la generosidad, el mundo de la música arropó a Joaquín Díaz en un sentido y emotivo homenaje en el Teatro Zorrilla, organizado por la Diputación Provincial. Con la coordinación de Luis Delgado, actuaron músicos y amigos como Diego Fernández Magdaleno, Marina Rossell, La Musgaña, Cuco Pérez y el propio Luis Delgado, Amancio Prada, Fratelli Mancuso, Germán Díaz, Kepa Junquera, antiguos alumnos de Joaquín Díaz y Carlos Núñez. Otros no pudieron participar y excusaron su presencia como Luis Eduardo Aute, que está en México, María Dolores Pradera, Paco Ibáñez, María del Mar Bonet, Serrat «y muchos otros amigos y compañeros de la música que les hubiera gustado estar, pero que todos trabajan, afortunadamente», señaló el propio Joaquín Díaz.

Desde que entró en la sala, acompañad por Ramiro Ruiz Medrano y Jesús Julio Carnero, el público ya estaba entregado al músico, escritor, folklorista y editor que fue capaz de superar la desidia general por la música tradicional. «Cuando yo empecé no había ningún interés por el pasado ni por lo tradicional. Mi dedicación fue a mi propios compañeros de colegio de universidad, convencerlos de la importancia de la tradición, de conservar la música el patrimonio para cualquier circunstancia de la vida», manifiesta Joaquín Díaz.

Con Pepa Fernández y José Ramón Pardo como maestros de ceremonias, comenzó el concierto-homenaje a quien ha dedicado toda una vida a la música tradicional de España de los últimos 50 años. En 1964 Joaquín Díaz comenzó a desarrollar su vocación artística, recorriendo la Tierra de Pinares con su bicicleta y un magnetofón al hombro, para registrar las viejas músicas que renacen en sus manos y en su voz. Sin pretenderlo, se convirtió en un cantante mediático y profesional que llenó las universidades de España, ofreciendo recitales y abriendo caminos a multitud de generaciones de artistas.

El fino toque al piano de Diego Fernández Magdaleno abrió el concierto. Tres breves piezas para un compositor que mostró su amplitud y diversidad estética y su permanente estímulo para la creación de nuevas obras. No en vano ha protagonizado más de 250 estrenos absolutos de obras españolas para piano, de más de 70 compositores.

De Medina de Rioseco al Mediterráneo con Marina Rossell, que agradeció a Joaquín Díaz que se haya dedicado «a preservar la memoria algo que nos distingue de los animales». Guitarra y voz para mostrar los aires de su tierna catalana, finalizando con un «¡Viva la fraternidad!»

Música castellana

Después de tanta calma, tocaba el turno a los integrantes de La Musgaña y su música castellana, la música de la tierra que ellos veneran y que comenzó después de que «Joaquín Díaz nos recibiera y nos aconsejara». Los dos músicos de La Musgaña se vieron arropados por Cuco Pérez, al acordeón, y Luis Delgado, a la percusión con pandero, recuperando la famosa Entradilla una de las históricas señas de identidad de la música castellana.

Tras la fiesta, llegaba el tono espiritual y trascendente de Amancio Prada, que recordó cómo en alguno de sus conciertos de hace más de cuarenta años, el público ya le preguntaba por Joaquín Díaz y destacó la discreción y generosidad de quien «ha dejado en el anonimato la música de canciones que le pertenecen», como el emocionante Romance que cantó a capella.

Un virtuoso de la zanfona, pero sobre todo un componente más de la familia al que introdujo la vena musical, hizo su aparición inmediatamente después. Su sobrino Germán Díaz agradeció la invitación al acto «porque soy el único al que no conoce nadie» y destacó el hecho de poder toca con músicos «de los que escuchaba sus discos de pequeño». Con su zanfona y caja de ritmos de cintas perforadas, mostró su calidad musical.

Del norte y ejerciendo de vasco, Kepa Junquera saludó en euskera al público que abarrotaba el Teatro Zorrilla. Autodidacta, inquieto y variopinto, hace años que inició su largo viaje por el mundo de la música tradicional, creando un estilo propio y marcando un camino personal, que le ha llevado a convertirse en uno de los músicos más internacionales del País Vasco. Dedicó a Joaquín Díaz su obra Fandango, que tocó sentado en las escaleras de acceso al escenario.

Una de las mayores sorpresas fue la presencia de los hermanos Mancuso, que trajeron las tradicionales baladas sicilianas. Enzo y Lorenzo Mancuso cantaron a capella y destacaron que desde el principio de su carrera artística ya estaban en contacto con Joaquín Díaz.

Y de sorpresa en sorpresa, al escenario subieron cuatro desconocidos, Fredi, Raimundo, Juan y Arturo, que habían decidido formar un grupo para la ocasión denominado Antiguos alumnos de Joaquín. «Desde que fue nuestro maestro, nos inoculó el gusto por la música tradicional americana, sobre todo el folk y el blues. Y así, los cuatro amigos, guitarras en mano, tocaron las típicas melodías folkies que arrancaron palmas a compás entre el público.

Un huracán llegaba desde el Atlántico, pero no en forma de lluvias, sino con el sonido mágico de Carlos Núñez, que estuvo acompañado a la guitarra por Pancho Álvarez. El virtuoso músico gallego tocó temas típicos de la música celta, al amparo de su flautas y reservó la gaita para la explosión final.

Carlos Núñez pidió a todos sus compañeros que compartieran escenario para tocar juntos una pieza que empezaba con los típicos aires gallegos y finalizaba con la sintonía castellana.

Y lo mejor, como suele ser habitual, llegó al final cuando todos arroparon a Joaquín Díaz en el escenario y corearon la legendaria canción Ramo verde con el público entregado a los estribillos, sonrisas y hasta lágrimas de emoción. «Algún día dije yo que olvidarte era mi muerte y ahora ya me da lo mismo olvidarte que quererte».

Sentado, con la única compañía de la guitarra y sus compañeros en silencio, interpretó un bellísimo tema de enamorados que cantan al «amor que llora sin lágrimas».

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