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Victoria M. NIÑO
Jueves, 5 de junio 2014, 21:00
Es un preciado músico por ser antes un hijo obediente. Lucas Macías hizo caso a su padre, comenzó con el oboe por ser este el instrumento favorito de un melómano enamorado desde que escuchó la banda sonora de Anónimo veneciano. El intérprete del concierto de Alessandro Marcello, Heinz Holliger, fue el maestro de su hijo, aunque este tuviera que oscurecer su acento andaluz con el alemán de Friburgo. Hoy viernes Lucas Macías toca con el Emsemble de Metales de la Sinfónica de Castilla y León. El corazón del programa la Gran Partita de Mozart y como contrapunto dos obras del siglo XX, la de Zimmerman «contemporánea pero como un pupúrri, popular, música de pasacalle» y la de Dorati, «cinco solos de oboe que le dedicó a mi maestro».
Macías es uno de esos españoles que brillan en las orquestas europeas, sobre todo en la sección de vientos. «Dentro de esta, no sé por qué, quizá solo sea casualidad, pero el oboe es el instrumento en el que más brillamos, con el que más músicos a orquestas de primer nivel ha exportado España». Es oboe solista en la Royal Concertgebouw de Amsterdam, ya lleva siete temporadas, a las órdenes de Mariss Jansons. Y ha sido uno de los jóvenes impulsados por el viento Abbado, ese aire fresco que recorrió el corazón de Europa para «dar oportunidad a músicos en sus comienzos, para procurar una situación distinta de la rutina de una temporada al uso, de un programa cada semana».
Macías solo tiene palabras de agradecimiento para un hombre «que era un mundo aparte. Le ofrecieron la dirección vitalicia de la Filarmónica de Berlín y la rechazó. Porque su idea de la música huía de la rutina, quería que los músicos se juntaran con la máxima libertad posible para tocar en cámara y sinfónica, para enseñar. Creó la Joven Orquesta de la UniónEuropea, la Gustav Mahler, la de Lucerna, la de Cámara Europea, la Mozart, la Mahler Chamber, hizo todo esto para abrir puertas». En la de Lucerna «la cifra de músicos españoles oscila entre 5 y 8. Probaré este año, es una buena excusa para ver a los colegas y revivir la figura de Abbado aunque sin él quizá no sea lo mismo». Aunque no va a Lucerna igual que a la silla de su trabajo habitual en Amsterdam, está contento el Holanda, «hay un clima más relajado que en las orquestas alemanas. Por otra parte en Holanda no recortan en cultura, la consideran «una necesidad, si no hay dinero, se busca. Tienen una filosofía distinta, protegen su patrimonio».
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