El dodó que aparece en 'Alicia en el país de las maravillas' de Lewis Carrol es un ave extinta –el último ejemplar fue visto en 1662–, cuya fisonomía se ha podido reconstruir al detalle gracias a ilustraciones de naturalistas de la época que lograron dibujarlo ... y pintarlo. Recrear para la posteridad esta especie y otras muchas lo han hecho posible científicos y pintores de naturaleza que fusionaron conocimiento y destreza con el dibujo y la ilustración.
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A explorar la vinculación entre arte y ciencia en este ámbito se dedica la exposición 'Trazos. Una mirada del siglo XXI a la pintura científica', inaugurada en la sala de exposiciones temporales del Museo de la Ciencia en Valladolid, visitable hasta noviembre. «Hemos tratado de hacer ver cómo ha evolucionado el dibujo científico hasta el que se hace hoy en día a través de dibujos animados y audiovisuales; de este modo se consigue llegar a más público y divulgar mejor transmitiendo la información de otra manera, con nuevos recursos», detalla el comisario Fernando Tomás García. En ella se ofrecen seis secciones orientadas a que el visitante asuma la relevancia del dibujo científico y la pintura de naturaleza en campos como la zoología, la cartografía o la medicina.
En la primera parte de la muestra, a través de paneles, se ofrece un recorrido cronológico por la historia de la humanidad a partir de las pinturas rupestres de Altamira y Laxcaux, pasando después a la botánica como objeto de ilustración científica, desde la 'Historia de las plantas' de Teofrasto del siglo IV antes de Cristo hasta las representaciones victorianas.
Salir a campo abierto y captar en trazos la fauna y la flora del entorno es una de las dedicaciones que el biólogo Fernando Tomás García compagina y aprovecha en su otra vertiente, la de investigador. Como ilustrador encuentra una diferencia «abismal entre tomar como modelo un paisaje real o su fotografía. «Cuando sales al campo los animales se mueven y se giran, toman diferentes perspectivas y puedes percibir mejor su volumen, pequeños detalles de su fisonomía que pueden pasar desapercibidos; me gusta dibujar en plena naturaleza porque las escenas son más realistas».
Están presentes en la sala especies zoológicas extintas como el dodó antes citado o el alca gigante, ave presente en zonas del Atlántico norte y desaparecido a mediados de 1800. «En la actualidad existen primos lejanos pero más pequeños de esa especie, como el frailecillo», matiza Fernando Tomás García. También modelado en resina se exhibe un ejemplar de tilacino, extinguido desde mediados de 1900, un marsupial del que se conservan imágenes en vídeo en la zona de Australia. «Es un animal famoso porque lo quieren revivir; de él se guarda material genético congelado y viable para poder crear un embrión», observa el comisario.
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En otra sección se explica cómo a partir del Renacimiento surgieron colecciones de láminas zoológicas que se han conservado en bibliotecas y se ofrece un recorrido por las obras médicas más importantes, desde códices árabes a tratados chinos y libros de anatomía de los siglos XVIII y XIX.
En el ámbito de la cartografía y la astronomía se enseñan en paneles explicativos detalles de la vida y la obra de Galileo Galilei, Leonardo Da Vinci y Ptolomeo con su obra 'Geographia', basada en la elaboración de 26 mapas.
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Complementan la exposición libros científicos como un original en castellano de 'Cosmos. Descripción física del mundo', considerado como «la Biblia de Alexander Von Humboldt, editado en España hacia 1800 por Gaspar i Reig». También se muestra un microscopio Schiek de la época en la que Santiago Ramón y Cajal realizó sus estudios (1890-1910) y del que el científico español dijo que «le había costado tanto como una casa y fue determinante en su investigación», apunta el comisario.
Cierran la ruta expositiva una treintena de dibujos e ilustraciones de naturaleza de artistas nacionales y extranjeros como Antonio Ojea, Antonio Sencianes, Paco Guerrero, Esther Carles o el vallisoletano Pablo Giménez Olavarría –presente en la inauguración– con una pintura sobre gangas ibéricas. También se puede ver un dibujo a color de una collalba rubia, de Juan Varela, uno de los más reconocidos en su ámbito no solo por haber colaborado en los cuadernos del naturalista Félix Rodríguez de la Fuente.
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Inés Rodríguez Hidalgo, directora del Museo de la Ciencia, enmarcó esta exposición en la conmemoración de los veinte años del centro museístico y destacó que el recorrido por la sala le mueve a una reflexión: «Sin las pinturas de Altamira no sabríamos cómo eran la flora y la fauna de la época; lo que aquí se ofrece pone de manifiesto que la ciencia forma parte de la aventura cultural del ser humano».
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