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Todo es veneno, nada es veneno, la diferencia está en la dosis. De ello trata la exploración que el Museo de la Ciencia a la relación entre el ser humano y el uso de plantas, minerales, hongos y animales para matar pero también para sanar. Un busto de Paracelso, referente de la toxicología desde el siglo XVI, abre la primera de las treinta vitrinas en las que se aborda el uso de sustancias tóxicas desde la brujería, la mitología, el arte, la medicina y la cultura popular.
«Siempre las cantidades que se utilicen producen unos efectos u otros», sostiene Daniel Alviani Morales, comisario de una exposición que se remonta al uso de plantas medicinales en ritos de hechiceros o de sanación. Algunas sustancias fueron empleadas en ciertas épocas hasta que se demostró su letalidad. «Es el caso de la estricnina, utilizada al principio como medicamento hasta que se comprobó que era extremadamente mortal, pasando a emplearse como pesticida», comenta el responsable de la muestra durante la visita.
La recreación de animales mitológicos en la muestra permite imaginar la morfología del basilisco como mezcla de dragón y serpiente, metáfora del miedo a los venenos. También se incluyen taxidermias, figuras en 3D, frascos de ungüentos, medicamentos y libros. Una maqueta de un mosquito ilustra la transmisión de la malaria y su tratamiento con brebajes o elixires a base de corteza de quina, un árbol del que se extraía el compuesto para rebajar la fiebre. Otra maqueta da idea de una tenia o lombriz solitaria y de cómo el ajenjo se utilizaba como remedio para expulsarla del cuerpo humano. Personajes como la científica Marie Curie o el pintor Van Gogh ilustran algunas historias vinculadas al uso de minerales o plantas con distintos efectos. El discurso expositivo se enmarca en paneles retroiluminados repletos de objetos vinculados a temáticas como el mar y sus misterios, belleza y peligro, mezclas explosivas o las abejas y la apitoxina..., en total, más de cuatrocientas piezas sobre el universo del veneno y su visión a lo largo de los siglos.
De plantas como la dedalera y el estrofanto en su doble vertiente de remedio cardíaco y tóxico, biberones de plomo de época victoriana que con el tiempo se demostraron dañinos para la salud de los bebés, o del azufre, cobalto y vanadio –de extraordinaria apariencia y alto grado de toxicidad– se da cuenta en el recorrido entre vitrinas y paneles, en el que no faltan los hongos asociados al mundo del chamanismo y la brujería por sus propiedades sedantes y alucinatorias.
La exposición 'Veneno que cura, veneno que mata' se puede visitar hasta el 13 de octubre. Arrimarse a sus vitrinas permite conocer la evolución de la alquimia, la farmacia y el arte de sanar, atravesados desde la Antigüedad por la brujería, la tradición popular y el pensamiento médico hasta desembocar en los avances científicos en el último siglo.
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